Hacia el rosedal, padre e hija volvieron a dirigirse.
La banca que eligieron, la ocuparon en silencio, mismo mutismo que les hubo acompañado al caminar.
La mente de Blanch iba ocupada de docenas de cuestiones a formular, haciéndosele imposible por cuál empezar.
Por su parte, la de Terry estaba más que lista para responder a la jovencita, que sobre su asiento, se giraría para mirarle de frente y comenzar a cuestionarle:
— ¿La conociste en el colegio?
— En un barco; yendo de regreso a Londres. Después, coincidimos en el San Pablo.
— ¿Y por qué se separaron?
— Primero por un desagradable incidente ahí suscitado y después por Susana Marlowe.
— ¿La que arriesgó su vida por ti y después te dejó en el altar?
— Así es.
— ¿La quisiste mucho?
— Sí, claro.
— ¿Y por qué no la buscaste en el momento de quedar libre?
— Porque ya se había casado.
— ¡¿Lo está?! —; los ojos aceitunados de Blanch expresaron asombro.
— Así es. Y su esposo es un buen amigo mío.
— Como no lo es el profesor Cornwell.
— Debido a diferencias estudiantiles. La primera vez que nos cruzamos, yo... lo golpeé y...
— ¿También se enamoró de ella?
— Eso... no sabría decírtelo, hija.
— Porque la sigues queriendo, ¿es que no has intentado buscar el amor en otra mujer?
— Cuando tu corazón reconoce al amor de tu vida, es difícil, Blanch, que otra persona llegue a reemplazarlo, a pesar de que te hayas propuesto a encontrarlo.
— Sin embargo... no lo fuiste para ella ni significaste nada, porque se casó con otro.
— Es verdad.
— ¡Entonces tú debiste haber hecho lo mismo! ¡Olvidarla como ella lo hizo contigo!
La voz de la jovencita entonó rencor, diciendo su padre calmadamente:
— Hace tiempo, hubo un hombre que amó a una mujer. Ésta le dio un hijo, el cual además de haber sido arrebatado de ella, vivió miserable. El hombre aquel después se casó y simplemente se olvidó de ella. Porque en verdad lo hizo, yo prometí que nunca amaría de la misma manera como él.
— Pero estás solo, papá.
— Más no infeliz. Y todo gracias a ti.
Terry la abrazó, besando la frente de Blanch quien oiría recargada en su pecho:
— ... que justo llegaste para darle a mi vida otro sentido y significado.
Aferrándose a él y a punto del llanto, la jovencita declaraba:
— ¡Te quiero mucho, papá!
— No más que yo, princesa; no más que yo.
Al parecer, esa fea costumbre de oír conversaciones ajenas, Alistar la había heredado de la persona que detrás de unos arbustos había escuchado y visto a Los Graham, consiguiendo con su paternal escena y su confesión que un corazón latiera apresurado.
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PRISA POR OLVIDAR
FanfictionTodo indicaba que todo había acabado. Por consiguiente, ella se dedicó a sanar el corazón y a darse la oportunidad de vivir una nueva ilusión. Sin embargo, la maldad no le permitiría ser feliz del todo. * * * * * * * * * Historia primera vez escrita...