Capítulo EPÍLOGO parte B

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Justo a los cincuenta y cinco años de edad, y con un estatus económico bastante bueno, Elinor Baker se había jubilado de los escenarios del teatro, viviendo ese día de su vida en una apartada villa del estado.

Su actividad social había reducido mucho; así que, visitas muy pocas recibía.

A escribir sus memorias autobiográficas se estaba dedicando con una finalidad nada seria, sólo el de matar las horas.

La de su hijo, que paso a paso la sabía, sí era su objetivo.

Únicamente lamentaba, porque aceptaba su parte de culpa, el no tener ningún contacto con él que le pudiera contar en persona más sobre sus éxitos.

Esos que estaban tapizados en las paredes de un cuarto especial.

Lugar donde se la pasaba la mayor parte del tiempo proyectando a oscuras sus películas realizadas.

Y exactamente la más reciente iba a ver cuando...

— ¿Miss Baker?

Ésta yacía de espaldas concentrada en el proyector.

— Dime, Christine.

— Tiene visitas.

— ¿Las tengo programadas en la agenda?

— No, mi lady

— Entonces, diles que no estoy disponible.

— ¿Ni aún para tu hijo? — dijo Terry detrás de la mujer que fungía como dama de compañía.

La voz nublaron sus sentidos; pero verlo a través de sus espejuelos, el actor tuvo que apresurarse para tomarla en sus brazos debido al desvanecimiento del que fue víctima.

Las sales rápidamente aparecieron y en su perturbado despertar se preguntaba:

— Terry... hijo... ¿de verdad eres tú?

— Sí, madre.

Elinor queriendo confirmar su presencia estiró su mano para acariciar su varonil rostro:

— Mi muchachito, ya eres todo un hombre.

— Lo seré más, cuando digas que me perdonas por no haber querido saber de ti por tanto tiempo.

— Estabas ocupado — abnegada como todo madre lo disculpó.

— Nada perdona que no te haya buscado, cuando tú...

Terry la abrazó fuertemente; y Elinor se sintió morir de tenerlo ahí y así, diciéndole:

— Lo que importa es que hoy lo has hecho. Ahora, ya podré morir feliz.

— No; no lo harás, porque tú y yo tenemos mucho de qué hablar y qué compartir.

— Sí; tienes razón. Sería una estupidez de mi parte sin haber conocido a mi nieta. La has traído contigo, ¿verdad?

— Sí; pero también a alguien más.

— ¿Quién es?

— La madre de tu primer nieto.

— ¿Cómo? —, un gesto de sorpresa apareció en su bello rostro.

— Luego te lo explicaré. Ahora, vamos afuera para que los veas.

Sin soltarse de sus brazos, madre e hijo se dirigieron a la sala donde les aguardaban Patty, Blanch y Candy de quien inmediatamente dijeron:

— ¡Es Candy!

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora