Capítulo 18 parte B

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— ¡¿Qué has dicho?!

Archibald hubo exclamado con fuerza. También, se hubo levantado abruptamente de su asiento ocupado en un lugar de la sala de la oficina de la mansión, donde luego de ser enviadas las señoritas a sus habitaciones después de terminado el baile, a los amigos les habían informado de lo recientemente acontecido:

— Que en la tarde Candy y yo nos divorciamos.

— ¡¿Por qué?!

Demandó fieramente el mismo sobrino ante los ojos fijos de su hijo, los apenados de su esposa, los sorprendidos de Patty, los incondicionales de George y del propio y comprensivo Albert quien diría:

— Merece ser feliz.

— ¡Sí, pero no con Terrence!

Cornwell actuaba con celosa reprobación, ganándose la cuestión:

— ¿Tú hubieras sido el ideal?

... por parte de Alistar que más claro no podía ser el asunto.

— ¡No digas tonterías! — se volvieron a él con severa rabia, misma que el jovencito devolvería:

— ¡Tú eres el que las está diciendo, además, de estar olvidando que con tu actitud sólo le estás faltando nuevamente el respeto a mi madre y no te lo voy a permitir!

— ¡Alistar!

Annie se paró de su asiento para acercarse a su hijo y abrazarle debido a la manera tan agresiva con que trataba a su padre, el cual ninguna palabra más pudo pronunciar, pero sí el muchachito que objetaba:

— No puedo creer que tú, siendo nada para ella, la estés celando más que mi tío Albert, a quien hoy admiro mayormente por su decisión tomada — lo miró.

E yendo a su lado, Alistar diría:

— No debe estar siendo fácil para ti haber renunciado a la mujer que amas para que ella pueda ser feliz... con otro.

Sosteniéndole una mano, Alistar vio una tranquila sonrisa en el rostro de su tío el cual reconocía:

— Así debió haber sido desde el principio, hijo. Así que, por favor, no la juzgues.

— Te juro que no lo haré, porque sé que también te ama. Fue esta condición la que te orilló a dejarle en libertad. Pero, estoy seguro que de haber estado sano, sus vidas hubieran sido diferentes.

El joven Cornwell se inclinó para besar su frente y oír:

— Quizá, muchacho. Quizá.

— Alistar —, Archibald se le acercó para pedirle: — perdóname, hijo.

Éste se enderezó, dejando con cariño y cuidado la mano de Albert para decir:

— No es a mí, padre. Es a ella a quien debes pedírselo —, con su mirada azul se la indicó. — A mi madre. A esa mujer que lo único que ha hecho, porque lo han visto mis ojos, es amarte con devoción, un acto que obviamente nunca has recibido de la tía Candy. Ahora si me disculpan, debo ir a cumplir con mi trabajo.

Con semejante lección, los adultos fueron dejados en silencio por el joven.

Éste, después de haber cruzado una puerta, luego otra y descendido unas escalinatas...

— ¡Alistar!

La voz de Blanch lo llamó.

Sin querer, el menor de Los Ardley, al girarse, hizo un mohín grosero que fue claramente observado desde una columna que dejaron al intentar ir a su lado.

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now