Capítulo 14 parte C

112 21 6
                                    

A pesar del cansancio que sentía debido al desvelo de la noche anterior, el joven Alistar, luciendo tan fresco como su edad, no dejaba de dar órdenes ni de señalar a los hombres los lugares que debían vigilar.

A sus dieciséis años, era sorprendente la manera en cómo se conducía: con autoridad y seguridad, acciones que ejercía aún sin las armas que cargaba, que además de ser parte de su vestimenta, también sabía manejarlas.

Claro que a la familia les sorprendía su gusto por éstas, no adivinando hasta ese día de quién pudo haberlo heredado.

De la señora Elroy hubo sido su consuelo y orgullo. De sus padres la alegría y la unión; de sus abuelos el nieto consentido, y de sus tíos: el hijo que nunca lograron concebir, y a los cuales también amaba, y no iba a permitir que más daño les causaran.

Por ende, para quitarse el sueño que ya estaba haciendo mella en él, Alistar se acercó a una pileta cercana para mojarse el rostro y mantenerse despierto y en alerta.

Sin embargo, en el momento de estar inclinado disfrutando de la frialdad del agua en su cara, alguien con sigilo se le aproximó para juguetonamente picarle las costillas y hacerlo saltar.

Archibald en su cometida hubo dado con su presencia.

Bien sabiendo la plática pendiente que le debía a su hijo, Cornwell padre fue a su lado, reaccionando tarde del golpe que le propinaron.

Con su queja y la manera de estarse sobando el estómago de un codazo dado, se disculparon rápidamente al identificarlo, pero también le recomendaron:

— ¡Nunca vuelvas a hacer eso!

— Y-yo... sólo —, el pobre de Archie difícilmente podía hablar.

— Lo lamento, de verdad, pero... la situación no está para ponerse a jugar, papá.

— Lo... sé.

— ¿Estás bien?

Después de haber inhalado, al exhalar el aire Archie decía:

— Sí.

Entonces, Alistar preguntaba:

— ¿Me perdonas?

— Por supuesto. Además... —, se reconoció el error, — creo que bien lo merecí.

¿Por la explicación que le debía con respecto a sus celos o por la broma fuera de lugar recién cometida?

Bueno, devolviendo la sonrisa que su padre le dedicara, el jovencito quiso saber:

— ¿Cómo amaneció mamá?

— Todavía resfriada.

— Yo no he podido ir a verla.

— Ni tampoco dormir.

Archibald levantó su mano para acariciar paternal y momentáneamente el rostro húmedo de su unigénito quien le decía:

— Y no creo que lo haga, sino hasta que demos con Neil. ¿Cómo está la tía Candy?

— Bastante nerviosa.

— Procura no desapartarte de ella. La casa y el tío Albert están bien. George les hace compañía.

— Sí, lo sabemos. ¿Aquí qué novedades hay?

— Ninguna, porque tal pareciera que no está dentro de la propiedad, sin embargo, se siente en el ambiente su presencia.

— Entonces, ¿no recomiendas salir?

— Para evitar sorpresas, es mejor no hacerlo. La mansión está bien protegida; y mientras las chicas estén adentro, están seguras.

— ¿Alistar?

— Sí, papá.

De lo que tenía enfrente, Archibald preguntaba:

— ¿Cuándo dejaste de ser un niño?

Sonriendo de su observación, el joven respondía:

— No lo sé; pero, ahora sabes que no es fácil engañarme u ocultárseme nada.

— Te debo esa plática, hijo.

— No te preocupes, papá; la tendremos en el momento que a Lakewood vuelva la tranquilidad

... estado sereno que continuaría en el lugar, mientras Neil siguiera durmiendo, porque al despertarse el hambre lo haría salir de casa y visitar la de los vecinos.

. . .

Autorizada su petición, algunas jovencitas corrieron a sus habitaciones para bajar con vestidos, joyería y maquillaje; un par a la consola para ambientar de una vez la fiesta; unas cuantas a bailar, atreviéndose algunas en ir para jalar al actor a pesar de la negativa que él les daba.

Otras se dedicaban a mover los muebles para tener más espacio y las más calmaditas a observar desde cierto lugar todo ese relajo.

Así justamente, calmadita, permanecía Candy, porque Patty se contagió de la alegría de la juventud, y a las que se probaban atuendos fue para meter sus manos en ayudarles a pintarse.

Para informar lo dicho y recomendado por Alistar, Archibald llegó en ese momento; sorprendiéndose de lo que aquellas en cuestión de minutos ya habían hecho.

— ¿Qué pasó? — preguntó el recién llegado al estar a lado de su amiga, la cual diría ciertamente burlona:

— Que su brillante idea de ir al pueblo lo cambiaron por esto — se lo mostró.

No obstante, y así como se apoderaron de Terry, dos chicas fueron a Cornwell y se lo llevaron a danzar.

Y debido a la sola compañía en que la dejaron, Candy emprendió sus pasos en dirección a la cocina para solicitarles a las encargadas tuvieran listos ponches de frutas y bocadillos para las enfiestadas.

Luego, y porque su presencia no era requerida, por la parte trasera de la casa se le ocurrió caminar, alcanzándola Terry para advertirle de la acechanza de Neil quien entre altos y cortos arbustos se abría vereda justo en dirección a ellos.

. . .

De estar viendo a su padre bailar, Blanch sonreía conforme ayudaba a una amiga a confeccionar su vestido.

Pero la joven dejaría de hacer ambas cosas en el instante que Terry, al mirar hacia donde la rubia se había quedado y notar su ausencia, se disculpó con las alumnas para seguir una dirección y preguntar por otra.

Orientado, el actor fue hacia la cocina, frunciendo el ceño su hija y proponiéndose a seguirlo, no por desconfiar de él, sino... de esa mujer, la cual ya no le agradaba del todo luego de saber los sentimientos que su padre tenía por ella, y ella ya no al haberse casado con otro.

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora