Capítulo 12 parte A

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¿Cuánto hubo deseado estar en Broadway para estar con él? ¡Mucho! Pero así como quiso, fue amarga la despedida.

Susana verdaderamente lo necesitaba. Ella había arriesgado y perdido más por salvarle a él. Por ende, lo único que pudo hacer, fue ayudarle a tomar la decisión por ambos, aminorando así la carga tan pesada que se había echado a los hombros sin proponérselo.

Sí, hubo sido lo mejor. Sacrificar su amor para hacerla feliz a ella, la cual también lo tenía por él.

Empero, de camino a Chicago, Candy no midió el tamaño del dolor que se apoderaría de su ser.

Eran tantos hermosos recuerdos vividos por dejar en el pasado que solamente más aflicción le causaba, aunándose a ello, los sueños que había construido para su futuro, juntos.

Sí, una familia con él se había imaginado. Una familia con hijos donde él sería el esposo y ella su mujer. No obstante, el estar con Terry había sido sólo un sueño que nunca iba a hacerse realidad.

Había pensado tanto, y siempre en él, que a partir de aquella fría noche de invierno, sólo en sueños lo iba a poder ver; y era tan doloroso, que... era imposible vivir así.

Entonces, y después de llorar como se lo aconsejaron, tuvo prisa por olvidarle, aprovechando que Albert todo el tiempo hubo estado a su lado, y que también aportaba para que el pasado dejara de doler.

Sin embargo, el presente le dolía peor, y aunque la oportunidad tuviera y así se lo sugirieran...

— ¿Puedo pasar?

Su voz la hizo gritar y brincar, ofreciendo rápidamente él:

— Perdón, no quise asustarte, pero tengo un par de minutos llamándote.

— Sí. No. Está bien. ¿Qué pasa?

Debido a su perturbación, Candy se llevó las manos a la cara, y con sus dedos masajeó los ojos.

— La clase ha terminado — informó el guapo actor conforme se iba acercando al escritorio que ella seguía ocupando.

— ¡¿Tan rápido?!

La rubia dejó de hacer lo que hacía para mirarlo con gesto extrañado, e invitarle a sentarse.

— ¿Dos horas no son suficientes? —, él se acomodó observando su sorprendida mirada.

— ¡¿En serio ya pasaron?!

— Sí.

— ¡Vaya! Sí que perdí la noción del tiempo. Patty no tenía mucho que estaba aquí conmigo y...

— Ella ya tiene un buen rato que salió, pasándome a avisar que me dejaba a cargo de las chicas, que... ¿ya podías ir a verlas?

De su rostro por sentirse liberado de ellas, Candy sonrió y diría burlonamente:

— ¿Ya te fastidiaron tan pronto?

Terry se quejaría:

— ¡Ni un reportero me había hecho tantas preguntas como las de ellas!

— ¿Y se las respondiste?

— Algunas tuve qué.

— ¿Como cuáles?

— Las que tienen que ver con mi carrera actoral. Las personales son justamente eso: personales.

— Sí, claro.

Ella se mostró avergonzada de su intromisión; y él, que la miraba, la llamaría:

— ¿Candy?

— Dime.

Miradas verde azul se toparon, pidiendo la voz masculina:

— ¿Me das tu permiso para hablar con mi hija?

— ¿Por qué no lo hiciste en el momento de terminar tu clase?

— No quise saltarme tu autoridad.

Mofante, ella inquiría:

— ¿Desde cuándo eres tan seguidor de reglas y normas?

— Ahora es más serio —, Terry así se comportó. — Se trata de la educación de Blanch.

Levemente, Candy sonrió observando:

— Biológicamente no será tuya, pero tiene bastante de ti.

— De Karen ha sido mucho la culpa.

La pecosa algo había percibido, pero lo afirmaría al cuestionar:

— ¿No hay buena relación entre ellas?

— Al principio sí. Prefería pasar más tiempo con ella y un esporádico fin de semana conmigo, pero... a la edad de cinco años, Blanch comenzó a quejarse del comportamiento de su madre y con ello a solicitar más mi presencia.

Sorprendida de lo recientemente escuchado, la rubia indagaba:

— ¿Nunca has vivido con ellas?

— No.

— ¿Por qué?

— Una: por estar residiendo en California; y la otra... porque yo no tengo vida marital con Karen. Lo nuestro es... meramente aparente. Sin embargo, ha llegado el tiempo de anular el matrimonio.

La siempre entrometida pecosa salió a relucir al interrogar:

— ¿Puedo saber por qué?

— Digamos que... la vida privada de "mi esposa" es muy conocida por muchos.

De su cómica cara y frase, Candy aguantó la risa para aseverar:

— ¿Te es infiel?

— ¡Bastante!

— Y por lo que veo, no te incomoda mucho.

— No tiene por qué.

— Pero... son quince años de... estar unidos. Algún sentimiento debe existir entre ustedes.

— Absolutamente ninguno. Así lo estipuló ella cuando sugirió el casarnos para darle únicamente a Blanch felicidad.

— Aun así, algo me hace pensar que pudo haberse enamorado de ti.

— No me sorprende, porque muchas lo hacen, Candy.

— ¡Qué horrible arrogancia la tuya, Terrence Granchester!

Él rió, atrapando la pluma fuente que la molesta rubia le aventara al ponerse abruptamente de pie, dando con eso fin a su plática para ella salir e ir en busca de Blanch, la cual nuevamente en el primero peldaño de la escalera de arriba hacia abajo, estaba sentada aguardando para ser llamada, e ir con su padre.

Al ser divisado detrás de la rubia, la joven se puso de pie y comenzó a descender apropiadamente, topándose padre e hija ya en la puerta de salida con Archibald Cornwell quien a su amiga Candy iba a ser compañía.

. . .

Por haberse mantenido todo el día en la cama y antes de salir de casa para dar una vuelta por los alrededores aprovechando que todavía contaban con la luz del astro rey, Alistar, en su traje de guardabosques, pasó a visitar a su constipada madre, la cual al verlo aparecer por la puerta de su habitación le impidió acercarse para no contagiarle.

No teniendo la oportunidad de platicar con ella, el jovencito le lanzó un beso al aire, y se dispuso a abandonar la alcoba, e instantes después la vivienda que ocupaban.

Ajustándose el rifle en su hombro y en lo que emprendía sus pasos para perderse en el bosque, Alistar se mantenía vigía, mirando hacia los cuatro puntos cardinales para no dejarse sorprender por la visita enemiga que su tiempo estaba tomándose en llegar.

A su auto solitario se le emparejó otro conducido por un joven; el copiloto y tres amiguitas que le acompañaban.

De mujeres, por quince años estuvo privado; y aunque iba en busca de una muy especial, con la que le sonrió coqueta un buen rato iba a pasar Neil al unírseles cuando le ofrecieron un raid.

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now