Capítulo 6 parte B

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Habiendo asegurado el Museo de Stear, Patty se encaminó a la mansión divisando, igual que las chicas y paradas en la escalinata frontal, dos presencias.

La de su amiga ya le resultaba fácil de distinguir, pero, ¿quién era el hombre que estaba con ella que ni aún con sus gruesos espejuelos podía enfocar bien?

Curiosa, la señorita O'Brien apresuró sus pasos para pronto saber.

Al hacerlo, ella no se desmayó como Annie; sin embargo, los libros que llevaba consigo, pesadamente los dejó caer, interrumpiendo con su llegada y reacción la conversación que rubia y castaño sostenían.

Caballeroso, el actor se dispuso a levantar lo que yacía esparcido en el suelo, recibiéndolo la morena que miraba atónita a su amiga, la cual tenía sus ojos en él que le decían:

— Gracias... Terry.

— De nada...

El actor enmudeció debido a que ignoraba un nombre que se pronunciaría:

— Patty.

— Patty; prometo no olvidarlo para una próxima vez.

— No te preocupes — dijo tímidamente sonriente la recién presentada.

Con el último libro levantado, Terry lo entregaría solicitando:

— Candy, ¿habrá problema si hablo con Blanch por unos minutos a solas?

— ¿Es que acaso te vas? — se indagó precipitadamente, diciéndose:

— En dos horas sale el tren y...

— Entiendo — dijo la rubia pidiéndole a su amiga: — Patty, ¿podrías llamar a Blanch Granchester?

— Es Graham — corrigió Terrence.

Candy lo miró, y él compartió:

— Desde que dejé el colegio, renuncié a ese apellido.

— ¿Ni con tu madre tienes contacto?

Terry hizo un gesto de no mucho.

— ¡Vaya! — expresó la pecosa sin necesidad de corregir, ya que la morena se dispuso a ir en la búsqueda de la requerida jovencita.

Ésta, —que a su habitación nunca llegó, porque yacía sentada en el primer peldaño de arriba hacia abajo de la elegante escalera—, veloz descendería al divisarse su presencia y entregado el mensaje de que su padre deseaba hablar con ella.

Como una gacela graciosa y sonriente, Blanch apareció, estando su mirada únicamente en su padre al que volvió a abrazar; y luego lo tomó de una mano para llevárselo de ahí, alcanzando Terry apenas decir:

— Con permiso

... a la mujer que entristecida los miraba alejarse encaminándose al portal de las rosas donde bancas habían y una sería ocupada por padre e hija la cual oía:

— Reconoces que hiciste mal saliéndote así de casa, ¿cierto?

— Sí, lo sé; y sólo por ti, siento mucho haberlo hecho.

Blanch se recargó en el pecho de Terry quien diría:

— Karen se ha enojado contigo.

— ¿Y si te digo que no me importa? Que por mí puede reventar y...

— ¡Oye! —, la callaron para recordarle: — que hablas de tu madre.

— Ella sólo figura serlo; y lamentablemente no la quiero. ¡No la quiero, porque tampoco a ti te respeta!

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora