Capítulo 4 parte B

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Sosteniendo un maletín de viaje, —en un elegante e impecable traje gris y sombrero que cubría gran parte de su cabello castaño ahora corto—, alto, gallardo y serio, Terrence yacía parado en la acera mirando de frente su residencia, la cual, hubo visitado tres meses atrás.

Ese día, después de haber volado en un Boeing 247, volvía a hacerlo; y cada vez la pesaba más; pero Blanch era el único motivo que lo hacía regresar a esa ciudad que en cada visita insistía en alborotarle los recuerdos que sólo estando lejos podía calmar.

Arrojando un resoplido resignado, el actor emprendió sus pasos hacia el interior de su vivienda, que en sí, era más de su hija que de él o la misma Karen, quien al notar la ausencia de su amante de ocasión, apareció por el recibidor para ir a una puerta, que por fuera ya se abría, diciéndose al verlo por el umbral:

— ¡Terrence, qué gusto verte!

— Hola, Karen — el castaño cerró interrogándosele:

— ¿Qué tal el viaje?

— ¡Horrible! Ese aparato volador brinca más que la rueda de una carreta transitando por terracería.

De la mezcla sarcástica y divertida, la actriz rió yendo el mayordomo a recibir el equipaje del recién llegado que lo saludaría:

— ¿Cómo estás, Hernie?

— Muy bien, señor. ¿Quiere que vaya a prepararle un baño para liberarlo del estrés del vuelo?

— Quisiera ver a Blanch antes de. ¿Dónde está? ¿Arriba en su habitación?

Allá, intentaron dirigirse, no obstante...

— No — respondió Karen ahora molesta de la indiferencia de Terrence quien la miró para saber:

— ¿Ha salido con alguna amiga?

— No.

Y debido a la escueta respuesta el castaño sería irónico y grosero al decir:

— ¡Debo preguntar otra vez para saber, ¿dónde diablos está mi hija?!

— Hernie puede explicártelo, ¿no es así?

— Sí, señora — contestó el mayordomo mirando de frente al actor. — Ella... no está aquí.

— ¿Adónde se ha ido? — el castaño frunció el ceño antes de gritar cansado de ese absurdo momento de intrigas.

— ¡Se ha escapado de casa para largarse con quién sabe adónde! ¡Ah, pero cuando la tenga cerca va a oírme!

Sin embargo, alguien se iría a los extremos al inquirir:

— ¡¿Acaso se ha fugado con algún enamorado?!

— No, señor; lo ha hecho sola, porque quiso asistir a un curso de verano.

— Ah, menos mal.

— ¡¿Te parece bien lo que ha hecho?!

— ¿Qué de malo tiene un curso de verano?— Terrence respondió sin verle la seria importancia.

— Malo nada; ¡¿pero haberlo tomado sin la autorización de sus padres además de lo lejos que se ha ido?!

— ¿Tú no se lo diste? — se inquirió tranquilamente; en cambio, la otra parte respondía alterada:

— ¡Por supuesto que no! ¡¿O tú sí?!

— No, tampoco, porque de haberlo sabido no vengo a Nueva York.

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora