Capítulo EPÍLOGO parte C

268 31 18
                                    

Dos bellísimas criaturas vestidas preciosamente de pajecitos, a la primera nota producida por un violín, comenzaron a caminar, arrojando, —en cada paso practicado—, pétalos de rosas blancas.

La ternura de los niños y lo divinos que se veían provocaban las sonrisas de los presentes, estando al final del pasillo sus padres, que al divisarse a uno, el niño que era el menor de los dos, corrió a sus brazos, olvidándose de su trabajo, terminándolo sí una pequeña encantadora de ojos idénticos a la madre, cabellos rizados, pero del color de su padre y facciones, —que al estar frente a él—, sosteniendo la canasta en una mano, con la otra tomó la punta de su vestido y le hizo una reverencia, ganándose algunos aplausos y la admiración de la audiencia, y los brazos del hombre que la levantó para darle un beso en la mejilla.

Al cambiar la música, él la devolvió al suelo para todos poner sus vistas en la novia, la cual bajo un umbral estaba, colocándose a su lado: Archibald quien lo había pedido, no, más bien peleado, al considerarla, además como esposa de su hijo: su hija, y él quiso entregársela a su orgullo de muchacho de ya veintidós años de edad que gallardamente parado en el altar les aguardaba junto a una guapísima Annie quien sí siguió el consejo de su hermana que más hermosa no se podía ver a lado de su reconocida suegra, su apolíneo esposo, dos hijos: Hope y Richard, y en su vientre un tercero que llamarían William a nombre del hombre que le debían su felicidad. Misma que desearían al estar ahí congregados para celebrar el enlace matrimonial de Alistar Cornwell y Blanch Graham, que antes de que el sacerdote procediera, tanto la pareja a desposarse y otros más, posaron sus miradas en el matrimonio que se besaba, porque en lo que la novia llegaba a ocupar su lugar...

— No se me ha olvidado que te debo tu boda.

— No, amor —, porque anteriormente le había explicado sus razones. — Estando civilmente casados he sido muy dichosa, ya que con cada día que vivo a tu lado es una bendición que viene del cielo.

Por ende, para compensarla y afirmar su amor, pues se besaron, oyéndose de una molesta voz que provocaría las risas de los presentes:

— ¡Siempre queriendo robar cámara! En fin, actor...

... el cual indicó que podían continuar con la ceremonia religiosa que se llevaba a cabo en la Catedral del Santo Nombre en Chicago, punto medio entre California y Nueva York.

F I N

PRISA POR OLVIDARTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang