Capítulo 15 parte A

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Aproximadamente cien metros eran los que la separaban de su padre y Miss Ardley.

En eso, Blanch estaba a punto de echarse a correr para darles alcance antes de que doblaran una esquina, cuando a cierta distancia, la joven escuchó una audible malhablada palabra cargada de enojo.

De entre tantos arbustos, las amigables espinas no faltaban. Muchas de ellas las había ignorado al ser de textura tierna en el momento que su cuerpo las rozaba. Pero la última le había causado daño, pudiéndose ver en el brazo un profundo y largo arañón ensangrentado que comenzó a arderle debido a la planta ponzoñosa a la que pertenecía.

Maldiciendo su suerte e ignorando el salpullido que le brotó rápidamente en el área herida, Neil siguió abriéndose vereda.

Blanch se había quedado parada viendo la dirección de los ruidos que se acercaban. Tal vez se trataba de algún animal que pudiera estar rondando en el lugar; pero mientras no supiera si era pacífico o no, la jovencita empezó a caminar el camino que su padre hubo tomado.

Debía alcanzarlo para alejarlo de ella. Sí, lo haría con cualquier pretexto, y éste pensaría antes de llegar a la pareja que...

En silencio, hubo paseado.

Preguntar lo que se pensaba sería inútil, porque bien se sabía lo que cada uno le preocupaba.

Neil, Albert, ellos, lo suyo, los demás; pero, principalmente, ¿cómo iba a acabar todo eso? ¿Haciendo daño? ¿haciéndoselos?

Las dos últimas cuestiones eran las más probables, ya que todo lo malo que se hace en la vida, antes de que llegue la muerte, se debe pagar.

Y ellos estaban haciéndolo y no, porque a pesar de que ella, entre toda su confusión y su necesidad, se negó, estaba siguiendo lo que se le peticionara. Lo mismo él.

El problema era, que entre ellos dos, ignoraban lo que se les había pedido a cada uno por separado, y no a quien supuestamente traicionaban y había sido quien lo planeara y les planteara todo, y lo seguiría haciendo con tal de que ellos terminaran juntos como debió haber sido desde el instante en que se conocieron.

Y aunque cada quien debe ser responsable de sus propios hechos, por los ocasionados por un miembro de su familia, Albert los compensaría.

Sí, porque si Eliza, debido a su envidia, celos y odio no hubiese recurrido a la trampa que les puso en el colegio para separarlos, otro rumbo la historia entre ellos hubiera tomado. Y no ese, que los tenía tan angustiados y sobresaltados hasta con el más ligero de los ruidos.

— ¿Estás bien? — preguntó Terry al verla detenerse asustada y abrazándose a sí misma de la simple bellota que cayó al suelo gracias a la ardilla que la soltó desde la rama del árbol que estaba más arriba de sus cabezas.

Tapándose la cara, Candy resopló con fastidio y diría:

— Esta situación me tiene bastante nerviosa.

— Debes tranquilizarte.

— Si pudiera te aseguro que lo haría.

Las manos se las llevó a la cabeza; y por ella las pasó peinándose sus cortos y dorados cabellos.

— Muy pronto todo esto va a terminar — él auguró.

— ¿Y luego qué, Terry?

— Podrás vivir tranquila.

— ¿Ah si? —, la rubia lo miró con reproche. — ¿Y cómo? Si...

— ¡Papá!

Blanch lo llamó en el justo momento de aparecer por la esquina que doblaron.

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now