Capítulo 9 parte A

134 21 5
                                    

El ocaso ya estaba muriendo. Y el matrimonio Cornwell seguía sentado en el césped y en silencio.

En eso, un estornudo por parte de Annie se escuchó, luego otro y un tercero; entonces, Archibald se levantó para indicar:

— Vayamos a casa.

Caballeroso, él extendió la mano a su esposa para ayudarla a ponerse de pie.

Sin pronunciar palabra y tomados de las manos, los padres de Alistar comenzaron a caminar llevando la dirección hacia las barcas para subirse en una y cruzar el arroyo.

De mil maneras, Archie hubo explicado lo sucedido con Terry; pero, aún así, Annie iba profundamente sumida en sus pensamientos.

Dentro de éstos, no estaba su esposo con quien sí se molestaron por haber sido tan evidente con sus celos, sino su hermana de crianza y amiga de infancia que la vida seguía siendo nada amable con ella, la cual, mala persona no era, entonces ¿por qué no podía ser del todo feliz? ¿por qué cada vez que estaba a punto de serlo, algo trágico tenía que pasar?

Primero, le sucedió con Anthony, quien perdió la vida al caer de un caballo; luego, le siguió la separación con Terrence debido a Susana; y al último Albert, victimizado por Neil. No obstante, ¿qué significaba la presencia del actor ahí? ¿el final de sus desgracias o el inicio de más calamidades?

El escalofrío que le recorrió por el cuerpo consiguió la atención de la morena que se abrazó a sí misma y se frotó los brazos, ayudándole a disipar su mal augurio cavilado.

— ¿Estás bien? — preguntó su esposo.

— Creo que voy a resfriarme — contestó ella.

— Llegando a casa inmediatamente te prepararé un té.

— También trata de hablar con Alistar y aclararle lo que dijiste. Aunque, conociéndolo, probablemente ya interrogó a Candy.

— ¿Y crees que ella...? ¡¿qué demonios hace él aquí?!

Annie se giró un poco para seguir la dirección en la mirada de Archibald y divisar a la rubia y al castaño que respondía a la previa cuestión ¡¿Blanch no lo es?!

— No.

Obviamente, Candy quiso conocer:

— ¿Ella... lo sabe?

— Tuvimos que decírselo. En el colegio, al mencionar presuntuosamente quiénes eran sus padres, compañeritas con dureza comenzaron a burlarse de ella al no contar con rasgos míos ni...

— ¡¿Tampoco de Karen?! —, sus verdes ojos expresaron sorpresa.

— No.

— ¿De quién es entonces?

— De una trabajadora del teatro que falleciera en el momento de dar a luz. Junto a mi compañera de tablas la ayudamos, y quedamos prendidos de la bebé desde ahí y...

— Creo que... voy entendiendo.

— ¿Qué?

— Que Blanch sí pudiera estar enamorada de ti.

De su absurdo comentario, Terry frunció el ceño y diría en el instante de girarse con la intención de marcharse:

— Eres increíble, Candice.

Ella sonaría agresiva:

— ¡¿Por qué?! ¡¿Tú no lo crees así?!

— ¡No porque tú...! — espetó el castaño volteándose a ella y apretando fuertemente la boca para no insultarla. Pero la rubia lo provocaría:

— No porque yo, ¡¿qué?!

La fiera que había en Candy no amedrentó a Terry quien dejaría en claro:

— ¡Es mi hija! ¡La vi nacer! ¡Estas manos —, las mostró, — la recibieron. Y una que otra vez, y eso en los días que me tocaba pasarlos con ella, sí, la hubieron desvestido, bañado y vestido, pero siempre la han acariciado con amor de padre no como tú lo piensas!

— ¡Tú tal vez, pero quizá ella...!

Blanch sería defendida por él al sentenciar:

— ¡No la creas tan enferma!

Sintiéndose halagada, plus su frustración, amargura y celo repentino, una fuerte bofetada recibió la mejilla de Terry quien mirándola con enojo, así finalizaría:

— Y ya que veo que sí, será mejor que la des de baja; y en este mismo momento me la llevo para no causarte más... espantos ni problemas, señora Ardley.

— ¡Te odio, te juro que lo hago! — los ojos verdes de ella así lo proyectaban diciendo él:

— ¡Vaya! Por lo menos tengo el consuelo de que todavía guardas un sentimiento para mí.

Porque no iba a aguantarse las ganas de llorar frente a él, Candy se giró para echarse a correr, viéndola Terrence que hacía negación con la cabeza y decía:

— No será nada fácil la tarea que me has encomendado, Albert, porque para amarte a ti, ella tuvo demasiada prisa por olvidarse de mí.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó Annie con consternación al estar a su lado.

En cambio, Archibald poseído, inquiría:

— ¡¿Qué le hiciste, infeliz arrogante?!

— Buenas noches, Annie — se despidió el castaño disponiéndose a subir al auto, y marchándose inmediatamente de ahí, dejando al matrimonio Cornwell con una gigantesca incógnita y mirándose entre sí.

. . .

Las chicas, durante sus horas libres, improvisaron clases de baile.

El hall se prestaba para hacer una grandiosa fiesta; y ellas, al contar con la sola presencia de miss O'Brien, se lo propusieron.

Desde su habitación, Blanch volvía a escuchar los ritmos musicales.

Bajar para unírseles o quedarse a contemplar su regalo, y la noche que anunciaba su llegada desde el balcón donde estaba, era una intención que la tenía vacilando.

Además, la joven no podía dejar de pensar en un nombre: Candy; pero, también el significado que tenía en la vida de su padre, del cual bien sabía, amor no tenía para su madre; sin embargo, ¿sí para esa mujer: miss Ardley? Porque ese era su apelativo; así la llamaban el resto de los instructores con cariño, y a lo presenciado, uno muy diferente por parte del profesor Cornwell quien la ayudó a decidir.

Por lo tanto, Blanch bajaría, sí; pero, no para ser parte de la fiesta, sino para salir e ir en busca del joven guardabosques que entre más pasaba el tiempo más confundido estaba, y ciertamente no quería acercarse a casa para no confrontar a su padre ni mucho menos a su madre, ¿quién ignoraba esos sentimientos reservados? porque era obvio que su tía algo le había ocultado.

Cargado de frustración, Alistar lanzó un golpe, asestándolo en las hojas de una baja rama de árbol que se atravesó a su paso.

La dirección que él llevaba era de nuevo la mansión para reunirse afuera con un grupo de trabajadores y distribuir los lugares a vigilar.

George ya lo hacía. Se había adelantado para advertir de la futura visita de un enemigo peligroso y estar alerta de su llegada, impidiéndosele inmediatamente su entrada a Lakewood.

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora