Capítulo 14 parte B

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La casa que años atrás ocuparan Los Regan estaba sola, polvosa y con telarañas.

La exagerada vigilancia que vio por doquier, lo hizo correr ahí habiendo forzado una bajamente apolillada puerta para ingresar.

Los pocos muebles que se divisaban estaban cubiertos por ahora sucias sábanas, y por su duela de madera paseaba un grisáceo ratón en busca de su nido construido en la pared.

Él también caminaría por el lugar, escuchándose el crujir de madera con cada paso que daba en dirección a lo que era el bar.

De su padre recordaba el buen gusto que tenía por el licor; así que, en el gabinete comenzó a buscar, y con suerte encontrar una botella que le quitara la resequedad que sentía en la garganta, y de paso le calmara la sed.

De todos los compartimentos que Neil abrió con facilidad, nada halló; por ende, frustrado, pateó el último cajón, y con el brusco golpe algo cayó en su interior.

Alentado de que fuera su objetivo, el trigueño se propuso a dar más patadas hasta que consiguió el acceso para tomar en su mano una regordeta botella que contenía whisky...

— Y escocés como mi parentela. Pues a la salud de ella.

Neil la destapó usando fuerza, y a la falta de algún cristal, a la boca se la llevó para empinársela largamente debido a su delicioso sabor añejado.

Ya saciada su sed y llevándose la botella consigo, el ex convicto a la sala se encaminó para descubrir un sillón, acomodarse ahí y rápidamente quedarse dormido gracias al efecto del alcohol recién ingerido.

Y en lo que él era envuelto por los brazos del sueño, en la mansión...

El desayuno en el comedor era consumido con tranquilidad.

Y en la oficina, cuatro personas yacían en silencio al estar sus mentes concentradas en sus propios asuntos:

Archibald en la enemistad del actor y el peligro que realmente él representaba, no su primo Neil.

Patty en su amiga y en lo que estaba haciendo durante las pocas horas que se notaba su ausencia en casa.

Terry en Neil y en la oportunidad que no iba a darle de acercarse a la rubia.

Candy en el miedo que pasaba a ser mayor que el remordimiento, al cual miró, y él a ella que... no pudo corresponder a la sonrisa de confianza que se le dedicara.

En eso, la primera campanada de ocho provenientes del gigantesco reloj de caja irrumpió en el lugar, consiguiendo que alguien gritara, saltara y despotricara debido a la alteración de sus nervios.

— ¿Estás bien? — dos seres al mismo tiempo preguntaron.

La cuestionada Candy, —conforme los latidos de su corazón que se dispararon volvían a la normalidad —, respondía:

— ¿Cómo iniciaremos las actividades del día?

— Hoy tenía pensado llevarlas al lago para que nadaran libremente un poco.

— Equitación tampoco puedes darles — indicó la que fungía como directora.

— Retomo Moda. Les gusta bastante.

A su sugerencia y resolución, la rubia asintió, dirigiéndose a su amiga:

— ¿Tú, Patty?

— Ayer trabajaron con algo de su inventiva creación. Muchas no terminaron y me pidieron que volviéramos hoy al taller.

— ¿Podrías darles clases de Croché para no sacarlas de aquí?

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora