Capítulo 7 parte B

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Luego de pronunciado el nombre de Terrence, la rubia pasó a su lado diciendo:

— Pensé que ya te habías ido — ella mintió al haber visto afuera su auto, y consiguientemente de haber buscado sin éxito alguno a sus amigos.

— Yo lo mandé llamar, querida.

La seriedad que le dedicaron al actor se tornó en una amplia y hermosa sonrisa para Albert que vería y oiría la dulzura que había en su voz:

— Por supuesto, cariño. Iba a ser una imperdonable grosería del buen amigo Terry sino venía ver al gran Albert. ¿Cómo estás?

Candy se inclinó para besar a su esposo, el cual carraspearía discretamente ante una presencia que se voltearía para no ver la melosa escena que la rubia, por dentro, disfrutaba al hacerlo incomodar. Acción que estaba consiguiendo en Albert quien preguntaría después de liberarse:

— ¿Cómo les fue en este día?

— Bastante bien hasta que... "alguien" hizo su ¡espectacular aparición! y me alborotó al palomero, que por cierto, Terrence.

Éste se tuvo que girar al escuchar secamente su nombre de la mujer que lo miraba al cuestionarle:

— ¿Cómo resolverás el problema que me ocasionaste?

— ¡¿Perdón?! — dijo el señalado, precisamente señalándose.

— Fui amenazada por una de las alumnas en irse si tú no te integrabas al curso.

— Lo lamento, pero yo...

— Sería genial, ¿no? — comentó Albert para asegurar su propósito.

— Este, yo, bueno... ¿con una semana estará bien?

— Hasta con un día —, la rubia sugirió informando envidiosamente: — porque ya tenemos un calendario de actividades y agregarte a ti...

El castaño lo resolvería con facilidad al responder:

— Puedo acomodarme hasta que ustedes terminen. Al fin y al cabo, que una obra de teatro o una película en las noches y a la intemperie... se disfruta mejor.

El doble sentido de sus palabras lo apoyaría con su amigo:

— ¿O no, Albert?

— Sí, claro —, el rubio rió; y Candy miró al castaño con deseos de dejarlo calvo por insinuador.

— Bueno, ya que tenemos un trato, yo paso a retirarme.

Terry se acercó a su amigo; le tomó una mano y la otra la posó en una frente diciéndose:

— A pesar de haberte encontrado así, me dio muchísimo gusto verte.

— A mí también. Gracias por venir.

— Te veo mañana.

— Claro que sí.

Una franca sonrisa ambos se dedicaron, y el castaño se giró para decir:

— Señora Ardley, buenas noches.

Pero ella le preguntaría:

— ¿Te hospedarás en el pueblo?

— Por hoy, sí. Temprano veré si puedo rentar algún cottage cerca de aquí.

— Nos parece bien.

Y si la rubia fue descortés, su esposo no y diría:

— Bien sería que te quedaras entre nosotros.

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora