Capítulo 5 parte B

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Blanch estaba siendo concentrada en el interior del improvisado Museo, y Candy ya había finalizado su clase e ingresado a la oficina a lado de George quien abría una carta, cuando un auto se estacionó afuera de la lujosa construcción.

Solicitando un momento, Alistar se bajó del vehículo para entrar y anunciar al visitante, que desde el interior del auto, veía la dirección que el joven guardabosques había tomado.

Annie iba saliendo del área de cocina—comedor con su clase cuando su hijo apareció; y por lo tanto, se le preguntó qué hacía ahí.

— Un padre de familia busca a su hija.

— ¿Sabes su nombre?

— Ha preguntado por Blanch.

— ¿Y por qué no lo hiciste pasar?

— Porque ignoraba que podía hacerlo. Además... creo que lo conozco, mamá.

— ¿Ah sí? ¿de dónde?

— No estoy seguro, pero... de alguna parte lo he visto.

— Bueno, tu tía está en la oficina. ¿Por qué no vas a avisarle? Yo, mientras tanto, voy adonde el visitante. ¿Chicas? —, se giraron a ellas, — espérenme un momento.

Aquellas ni respondieron por estar saboreando un recién pan horneado.

. . .

Desde su lugar, él pudo divisar que unas muchachitas se iban aproximando.

Ser reconocido por alguna de ellas podía causarle problemas, así que, sumiéndose en su asiento, Terrence trató de esconderse lo más que pudo.

Sin embargo, al ver salir a la morena, a la cual reconoció y que a su dirección iba, el castaño, despotricando por lo bajo, se reincorporó en su lugar, y resignado tuvo que salir del auto para saludar debidamente a la que sonriente ya le decía:

— Buen día, caballero. Mi hijo... ¡Terry! — gritó Annie palideciendo en cuestión de segundos y desvaneciéndose así de rápido.

El castaño fue raudo y hábil al tomarla en brazos; pero de éstos sería retirada después de que Alistar apareciera con informes para el actor que afirmaba:

— Creo que se desmayó.

— Sí, es lo que veo. ¿Mamá?

Annie reaccionó casi inmediatamente, mirando con azoro al castaño personaje que le pedía silencio.

— Y-ya, hijo, ya... me pasó. Fue... la impresión de...

— ¡¿Terrence Graham?!

Una de las chicas que se acercaban y hubo visto el espectáculo de miss Cornwell, lo reconoció prontamente, siendo imposible impedir escandalosos gritos, y que lo rodearan velozmente en busca de abrazos, besos y autógrafos al ser corroborado su rostro y presencia.

Mostrándose amable y sonriente, el actor correspondió a los gestos de las emocionadas y felices jovencitas, quienes no podían creerlo sus ojos de que lo tuvieran ahí, en Lakewood, animándose algunas a preguntarle:

— ¡¿Usted será parte de este curso de verano?!

— ¡¿Nos dará clases de actuación?!

— ¡De literatura!

— ¡No, no, no. Yo sólo...!

— ¡Sí, por favor! ¡Haga de este curso el más excitante de todos!

— ¡Sí, señor Graham, por favor, por favor! ¡Se lo suplicamos! ¡Enséñenos a dar un beso como los que se miran en las películas que hace!

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now