Capítulo 15 parte B

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Aprensiva, la chica se hubo arrojado a los brazos de su padre para continuar diciéndole:

— ¡¿Te imaginas si algo malo te sucede?! ¡¿qué va a ser de mí, papá?!

Correspondiendo a su abrazo, el actor diría:

— Vamos, hija, no seas chiquilla. Nada malo me sucederá.

— Tienes razón, porque yo te detendré — más se aferró a él. — No te dejaré ir así ella sea el amor de tu vida, ya que tú eres el de la mía.

— ¡Blanch, no insistas en decir esas tonterías! — Terry la reprendió.

— ¡¿Te parece que lo son?!

Enojada, la jovencita se separó para gritarle:

— ¡Eres mi padre! ¡Mío! ¡A MÍ me pusieron en tu camino para salvarte y amarte como nadie, ni mucho menos ella, lo hará! ¡¿O alguna vez te lo dijo?! ¡No! ¡Nunca! ¡Ni nunca te lo dirá, porque se olvidó de ti para confesarle a otro hombre su grande amor!

Archibald ya los había visto llegar; y poco a poco hubo ido acercándose tratando de agudizar el oído y escuchar lo que parecía una acalorada conversación.

Sin embargo, Cornwell ya no pudo oír más al ver a Blanch correr hacia escaleras arriba, aquellas que la llevarían ¿a su habitación?

Patty que junto a otras la vieron pasar, corroboraría que ahí estuviera al ir detrás de ella para preguntarle qué pasaba; algo parecido Archie se atrevería a saber de Terry cuando estuvo a su lado:

— ¿Está todo bien?

No, pero el actor hizo un sí con la cabeza e informaría:

— Ya apareció Neil.

— ¡¿Dónde?!

— Llegó hasta la cocina.

— ¡¿Lo atraparon?!

— No.

— ¡Demonios! ¿Y Candy?

— Se fue a casa.

— ¡¿Sola?!

— Varios hombres la escoltaron.

— ¿Lo vio?

— No, sólo la empleada. Pero deducen que tomó la dirección ¿hacia dónde vivía?

— ¡Es verdad! ¡Su casa!

— ¿Está muy lejos de aquí?

— No, pero... no estás pensando en ir, ¿verdad?

— Candy ya está con Albert. A Neil de algún hay qué atraparlo para saber ¿por qué no dio la cara en cuanto llegó? ¿qué quiere o qué pretende al estarse escondiendo?

— Alardear como siempre lo ha hecho.

— No; quiere infundirles más miedo.

— ¡Pues yo no se lo tengo!

Archibald se comportó altanero, diciendo Terry primero burlón y luego molesto:

— Bien por ti; porque es una verdadera pena que en el rostro de Candy sí se vea el terror que le tiene.

Pero no sólo en la cara se le notaba; también en el cuerpo que le temblaba como gelatina y la fría sudoración en las manos que se estrujaba conforme iba de camino a casa, impidiéndole el castañetear de dientes expresar un simple "gracias" a los hombres que le hubieron llevado hasta allá.

PRISA POR OLVIDAROnde histórias criam vida. Descubra agora