3. Me gusta el chisme, no ser el chisme.

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Aquí nos gusta el chisme, lo que no nos gusta es: ser él chisme.

Cerré mi casillero.

Ayer olvidé preguntarle a Harold sobre los supuestos "chismes" que corren por ahí de mí. Igual creo que no sabe nada, me lo hubiera dicho enseguida.

A menos que también se le olvidara.

Apoye la cabeza al casillero y resoplé.

—Miren nada más...

No tuve ni que mirar para saber quien era —¿Qué quieres Robert?

Suspiró —¿Porque siempre estás molesta?

Lo miré con un mohín de disgusto —Son las siete de la mañana, nadie está de buen humor a esta hora.

Estaba recostado de espaldas en los casilleros y tenía los brazos cruzados sobre su pecho, llevaba camisa.

—Buen punto. Oye no te quiero molestar, la verdad ya no me está gustando tener el mismo chisme todo el tiempo.

Fruncí el ceño —¿Qué chisme?

—El tuyo. Bueno ahora es un poco más personal... —sacó su teléfono y me lo extendió.

Habían colgado una foto donde había un selfie de Elena y Jonathan juntos y abajo había una foto mía de hace meses donde discutía con Jonathan. Decía en letras rojas que estaba tratando de arruinar la relación que tiene ahora con Elena por celos.

—¿Qué es esta mierda?

Me quito el teléfono —La magia del internet. Ah y hay otro video... —tecleó la pantalla y me extendió el celular.

Era algo así como un anuncio mal hecho, decía que yo no superaba a Jonathan que estaba en depresión o algo así incluso decía que no me veía bien físicamente, que había subido de peso y me había estancado todo un mes desde que terminó la relación.

Habíamos terminado hace dos días.

Le devolví el teléfono a Robert —Ya que los chismes no te están llegando a tiempo, me tome la tarea de informarte. Veo que Harold está más concentrado en otras cosas...

Entorné los ojos —Sí, bueno. Nos gusta el chisme pero tenemos vida propia y cuando sabes que un chisme es un chisme no tiene gracia.

Acomode la correa de mi mochila sobre mi hombro.

—La gracia de un chisme es no saber si es cierto o falso, cuando sabes eso ya no es lo mismo y se pierde el chiste.

Me alejé hacia mi próxima clase y al girar en uno de los pasillos me topé de golpe con Jonathan.

Casi choco contra su pecho, él me sujetó los hombros y cuando hicimos contacto visual una sonrisa de burla se pintó en su cara.

—Madi, mi vida. ¿Como vas? —sus manos se alejaron de mí, no le respondí estuve por pasarle de largo pero me sujeto del brazo.

Le di un manotazo —Quítame las manos de encima.

Se mostró falsamente ofendido —¿Ahora no puedo saludarte? —dejó ir una risa— ¿Qué? ¿Estás enojada?

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora