11. Mi mejor amigo oculta algo...

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Sí, bueno quizá exageramos todo y Eliot realmente es un tipo normal y Harold es el único que se trae algo raro.

Pasaron dos días, Eliot no asistió a clases y Harold se comportaba más extraño. Se iba de clases antes de la hora de salida junto a Bell, Felix y Harper.

Con respecto a Félix, no lo sé, es extraño. Fui al patio a buscar a Harold, no he podido hablar con él desde ese día y con solo poner el pie en el patio Felix se da cuenta que estoy ahí. Me mira con determinación, una que me hace sentir incómoda.

Es como si me vigilara.

Abrí mi castillo, pronto alguien se recostó en el casillero de al lado, ni siquiera pude hablar, Robert soltó un gran suspiro y miró hacia alguna parte en el pasillo.

—Ha estado todo muy calmado estos días ¿no?

—Pues sí ¿Ahora qué? Te molesta... estoy empezando a creer que tú fomentas los chismes, nunca ha habido uno tuyo, eso es —lo miré— extraño, muy extraño.

Robert sonrió —¿Crees que tengo tiempo para armar chismes? Si casi no me alcanza el tiempo para escucharlos. Por cierto —me miró con una ceja alzada y los labios torcidos en gesto dubitativo—. Estuve mejor de la panza ayer, ¿Dónde está tu novio? Debería estar aquí dudo que se haya tomado dos batidos más de mango igual de malos que ese.

Aclare la voz —Él... Él tiene estómago sensible.

Robert se encogió de hombros —O quizá ayer le dijeron lo de la foto, quizá Jonathan o Peach.

Fruncí el ceño —¿Peach?

Asintió solemnemente.

—¿Quiénes Peach?

—Ah, la chica morena de la fiesta... La de la ronda de shots, verdad o reto. La alta de cuerpazo.

Ah, la chica de la nota.

—¿Por qué ella iría a decirle algo así a Eliot?

Me miró con cara de "pero ni el intento haces de pensar mija" —Digamos que por alguna extraña razón varías chicas después de la fiesta ven a tu noviecito atractivo...

Fruncí el ceño —Lo guapo se le va cuando abre la boca —musité sin que escuchara—. Confío en él.

—Wau, la verdad me sorprendes, estoy empezando a creer que de verdad no son pareja. Usualmente te daban celos cuando Jonathan iba a fiestas y cosas así.

—Jamás discutí con él o nadie más por celos.

—Pero se te notaba la incomodidad, con Eliot... —musitó un "mmhm"—. No sé, tienes una confianza extraña. ¿Tanto lo conoces?

Suspiré —Sí, lo conozco tanto que confío en él, y él en mi. Ahora ¿me haces el favor de irte? Hueles a axila sudada.

Levantó el brazo y aspiró su olor —No es cierto.

—Robert.

—Uy ya. Me voy —levantó las manos en gesto pacifico—. Cualquier cosa que vea o escuche te enviaré un mensaje.

Y se marchó, volví mi atención al casillero, la campana sonó, cerré la puerta y casi suelto un grito al ver a Eliot recargando el hombro al casillero junto a mi.

—¡Dios! Casi me matas.

—Casi me matas tú a mí.

Lo miré de arriba hacia abajo —Te veo muy sano y completo, lastimosamente.

—Lo mismo digo de ti. Pero no vengo a saludarte, vengo a recoger mi cuota semanal, ya estipulé la fecha, todos los miércoles deberás pagarme veinte dólares.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora