8². Los Betting Boys.

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Besos, alcohol, hombres raros, una especie de negocio, los "betting boys" y un gato.

 Las cosas se descontrolaron un poco, varios estaban que caían de borrachos y por alguna razón teníamos a una chica acostada encima de la mesa mientras cantaba alguna canción de BlackPink o intentaba hacerlo...

—Oigan un momento.... —una chica que estaba jodidamente borracha se puso de pie muy sonriente—. Algo aquí no me cuadra, o quizá tú —señaló a Jonathan, él tenía las mejillas rojas por el alcohol—. Quizá tú me pegaste la sospecha con estos dos —nos señaló a mí y a Eliot.

Todos escuchaban con atención, lo mejor que podían.

—No los he visto tocarse o besarse —soltó una risa— estos dos casi se follan en una esquina —señaló a dos chicos que estaban a nada de recrear alguna de esas escenas potentes de algún yahoi.

Así de fuerte estaba el asunto.

Elena se puso de pie tambaleándose—Es verdad ¿Por qué no se besan? ¡Que se besen, que se besen, que se besen!

Todos empezaron a vocear, Jonathan había pasado de borracho a molesto. Miré a Eliot, tenía delante de él una botella de agua.

Me puse de pie —Momento, momento...

Elena lloriqueo —¡Vamos Madi! Aquí ya todos nos exhibimos, sólo faltan ustedes. Únanse al club de los hormonales descarados —levantó su vaso y bebió un trago todos empezaron a reír y apoyarla.

—No nos hagan encerrarlos en un armario —canturreo la chica de hace un rato, es morena tiene el cabello rizado y labios en forma de corazón—. Volvamos a tener catorce y juguemos a cinco minutos en el paraíso.

Jonathan estaba mirándome con una sonrisa —Nah, —su voz fue suave— ahí nadie los verá...

—Ese es el chiste, Jonathan.

Él apoyó los brazos a la mesa —¿Que nos asegura que si se besarán y no sólo nos mentirán diciendo que si lo hicieron?

Todos se miraron las caras, yo simplemente le sostuve la mirada a él.

—No van a besarse frente a nosotros —se burló—. No lo harán porque no son pareja, es lo que les dije, Eliot solo la está acompañando...

Eliot lo miró, no le dijo nada.

Jonathan soltó una risa —Esa es la verdad ¿no?

Todos nos miraban.

Esbocé una sonrisa lenta —No... No es verdad —sentí la mirada de Eliot como un cuchillo en mi cuello.

—Claro...

—No estoy entendiendo —dijo un chico—. ¿Son o no son novios?

—No lo son —dijo Jonathan.

—Lo somos —afirmé.

—Demuéstralo —me reto.

El silencio se levantó de forma densa.

La chica morena fue la que dio pie a todo el ruido —¡Bésalo, bésalo, bésalo!

Jonathan se echó hacia atrás en su silla, tenía una expresión de «No vas a hacerlo»

Mi sonrisa era amplia, una sonrisa que solo decía una cosa y era: «Mira como lo hago, perra»

Me puse de pie, los gritos llegaron, empujé la mesa hacia adelante, a Jonathan se le borró la sonrisa. Eliot me miró, me puse de pie frente a él. Me analizo por varios segundos, le quite los brazos de encima del pecho dejando que le cayeran a los costados y le toque los hombros. Vi su mandíbula apretarse.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora