44. Final: Cariño, no puedes amarme.

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Eliot Lacroix siempre fue cielo e infierno y esa combinación era destructiva y adictiva.

—Lo único que Harold quiere es molestarnos.

Negué y me reí sin gracia —Sabe que estoy enojada con él por lo que hizo está mañana, Eliot. Harold no diría algo así por nada.

Eliot cerró la puerta y me miró un tanto molesto e incómodo —¿Es en serio? Me dijiste que apagó tu teléfono solo por celos y empezó a decir pura mierda antes de llevarte a mi departamento. ¿Y todavía lo defiendes?

—No. Vamos a dejar las cosas claras, Eliot, no lo defiendo...

—Es justo lo que estás haciendo, me señalas a mí por esas mentiras que dice para intentar alejarte de mí. Sabes que odio que se crea con el derecho de opinar en nuestra relación.

Respiré hondo y le di la espalda.

—Mi cielo yo jamás te mentiría, solo dijo eso para que estemos mal, para que discutamos.

Miré a Eliot, se veía relajado, no parecía mentirme.

Respiré hondo —Sabes que odio las mentiras ¿Verdad?

Se acercó a mí —Por supuesto —tomó mis manos—, todo está bien, hermosa.

Quizá tiene razón. Quizá Harold solo está tratando de alejarme de Eliot.

Suspiré —Bien, yo... te creo.

Eliot asintió y me sonrió suave —Mi cielo, entiende que la única mentira que te he dicho fue cuando aseguré odiarte, y lo decía solo para contener las ganas de besarte.

Lo abracé, me correspondió al instante, trate de aplacar esa sensación de desconfianza.

Debía ser razonable, Eliot tenía razón, Harold está celoso, está molesto, todo lo que me dijo hace unas horas fue prueba de ello, le dolía que yo siga caminando hacia Eliot a pesar de todas las dificultades.

De cierto modo se sentía usado por lo que pasó esa noche, es verdad, lo busqué y lo besé, dije cosas tontas y me arrepentía de todo y él lo sabía y no podía juzgarlo por molestarse, estaba en todo su derecho y como no podía hacer nada para alejarme de Eliot, recurría a todo esto.

Eliot se separó de mí para mirarme, acarició mis hombros y susurró —Si quieres puedo irme, tus papás me conocerán otro día y...

Negué —No quiero que estés solo, umm... Preparemos la cena y todo para cuando lleguen mis padres, no quiero que los celos de Harold arruinen nada.

Eliot acarició mi mejilla —Bien, entonces... —me besó suavemente—, será mejor empezar de una vez.

Reí y caminé con él hacia la cocina.

—¿A qué hora llegarán tus padres más o menos?

Eliot estaba lavándose las manos en el fregadero mientras yo sacaba la carne del congelador.

—No me dijeron, pero creo que tenemos tiempo...

Me miró —¿No crees que es mejor preguntar? Así podríamos pedir la comida para que todo esté listo cuando lleguen, me da un poco de nervios que la comida aún no esté lista si llegan antes.

Reí al ver sus mejillas rojas —Le enviaré un mensaje a mamá, de cierto modo tienes razón, si la comida está hecha para cuando llegan papá no te hará sufrir tanto con las preguntas.

Eliot tragó saliva y rió nervioso al imaginar la situación —Si pido ir al baño es porque fui a llorar de los nervios, así que si tardo dentro ya sabes la razón.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora