11. ¿Dónde está Eliot?

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Pero quiero que tú apuestes algo a cambio, y no podrás negarte, ya conoces las reglas: ganas o pierdes, pero no renuncias

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Pero quiero que tú apuestes algo a cambio, y no podrás negarte, ya conoces las reglas: ganas o pierdes, pero no renuncias.

Madison Mintz
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Medianoche -
Casino Le Roi Des Paris

Edrian estacionó la camioneta a la distancia adecuada, la primera vista del casino impacta, es inmenso, la fachada asemeja un tablero de ajedrez y en el techo hay una inmensa corona iluminada.

El antifaz blanco, con detalles dorados descansa en mis manos.

—Esto será intenso —aseguró Park, él lleva un antifaz amarillo con detalles dorados.

Elena lleva uno azul con detalles en plumas blancas a un lado, ella intenta calmar la ansiedad de Clay, que tiene un antifaz gris, con detalles brillantes.

Edrian y Franchesco llevan máscaras blancas, sin embargo la máscara de ambos les deja a la vista una mejilla y los labios, a Edrian no se le veía la cicatriz del rostro, así que no llamaría la atención.

—¿Bastián vendrá? —le pregunté a Edrian.

—No, pero estará atento a nuestra llamada por si las cosas se descontrolan, está dispuesto a irrumpir en cualquier momento.

La voz de Min tomo poder:

—Hay alrededor de veintinueve hombres de seguridad ahí dentro y todos están armados.

—Asi que debemos ser cuidadosos —Franchesco miró hacia el casino.

Edrian me miró, le di un asentimiento de cabeza para que supiera que ya era el momento de sacar el pequeño obsequio que Bastián nos mandó.

—Franchesco, debajo de tu asiento hay un maletín, sácalo.

Todos lo miramos, Franchesco acató la orden y sacó un maletín negro que no tardó en entregarle a Edrian, este lo abrió y dentro vimos dos armas de fuego y un pequeño envase de cristal con una sustancia líquida de color azul.

Edrian sujetó una de las armas y la cargó.

—Harold —pronunció y extendió el arma hacia el castaño, Harold no tardó en guardarla.

La mirada de horror de Clay fue excepcional.

Edrian tomó el envase de cristal y se lo entregó a Park.

—Ya sabes qué hacer.

—Preparar el mejor trago que Eider habrá probado en toda su vida —Park sonrió y tomó el envase, guardandolo.

Edrian tomó la última arma y la cargó, levantó el doble fondo del maletín y ahí había una cinta para guardar el arma, la tomó y me las extendió.

—Va en tu muslo, pontela —me dijo.

Tomé el arma y la cinta, me coloqué la cinta en la pierna, me ajustaba muy bien el muslo, y enseguida encaje el arma dónde correspondía, bajé todo el vestido y no se veía absolutamente nada.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora