34². ¡Le están haciendo brujería a Eliot!

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¡Mini maratón!

Harold no tenía el mismo poder ni apellido prestigioso, pero tenía buenos contactos e influencias.

—No lo sé, es que ahora que soy consciente de que tienes ocho años, me cuesta aceptar que puedes darme esa información tan... delicada.

El niño alzó una ceja ofendido —Tontos milenials.

Y creo que su pasatiempo favorito era insultar a la generación que rodeaba los veinte.

Harold abrió la boca pero la cerró enseguida con una expresión de disgusto.

El niño le dió un sorbo a su envase de leche —Bien, veamos qué hay por aquí —empezó a teclear y se empezaron a desplegar un sin fin de pestañas en su laptop, en varias solo corrían números y en otras se abrían ubicaciones y textos.

—En el registro de la empresa me arroja el nombre de "Ban Lester" —nos hizo saber.

Me acerqué para ver la pantalla, pero no entendí nada, habían muchas pestañas sobrepuestas —Debe ser ese.

—Escuché algo sobre un tal Ban anoche en la fiesta —aseguró el castaño—. Franchesco se disculpó en su nombre por no asistir, pero solo lo llamó Ban...

—Sí, debe ser ese —aseguré—. ¿Puedes buscar una foto o algo?

Min frunció el ceño, creo que ni me escuchó, sus dedos se movieron con rapidez por el teclado —Mmmm, no —emitió.

—¿No puedes? —inquirí.

—No, no es eso... Es que...

—¿Qué? —preguntó Harold.

Min tomó aire pero algo parecía ir mal —Es que...

—¿Qué sucede? —pregunté— ¿Dice algo malo?

Negó —Es que dice que nació en Italia, en el 86, que está divorciado y tiene un hijo. Es socio mayoritario de una empresa de materiales italiana que acaba de firmar con la mejor constructora a nivel mundial.

—Es él —aseguró Harold acercándose.

—Sin duda —afirmé—, pero no entiendo que es lo que te hace tener esa cara de confusión.

El niño tragó saliva y empezó a explicarnos:

—Es que algo no cuadra —se mordió una uña—, existe la información suficiente sobre él, pero no existe ninguna foto, no hay nada. Sus padres son un misterio y no hay conciencias con su apellido. Además si regreso veinte años atrás ni siquiera existe.

Fruncí el ceño pero Harold fue quien habló —¿Cómo que no existe?

Soltó una risa nerviosa —No existe, no hay nada de él en la red, no hay padres, información académica detallada, redes sociales, fotos, nada.

—No puede ser, no hable con un muerto.

Min resopló —No dije que este muerto, ni alegue que estuvieras loca, solo que Ban Lester no existe. No hay nada sobre él, es como... —frunció el ceño—. Como si hubiera estado oculto toda una vida y decidido salir ahora.

Harold tenía cara de estar recopilando datos de forma mental, y fue como si hubiera encontrado la respuesta correcta de repente, me miró y luego a Min.

—O como si lo hubieran creado de repente.

—Exacto —dijo Min volviendo a teclear.

¿Creado? Lo medite un instante sin decir nada.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora