4. Una apuesta perdida.

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Quizá la suerte de Eider ha empezado a decaer

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Quizá la suerte de Eider ha empezado a decaer.

═══════≪ Madison Mintz ≫═══════

Tenía un dolor de estómago de puta madre. No sé si son ganas de ir al baño, cólicos o solo dolor estomacal porque comí una pizza de microondas de dudosa procedencia que había traído Tayler.

Respiré hondo y metí en la maleta la última muda de ropa que quedaba por empacar. En ese instante la puerta de mi habitación se entornó hacía adentro, volví el rostro y vi a Tayler acercándose con una taza en las manos... Lleva puesta una camiseta deportiva negra, Nike, de mangas largas que le ajusta bien al pecho, y un buzo negro deportivo.

—Es té de jengibre, según internet sirve para todo lo que tenga que ver con dolor de tripa. —Su voz fue suave y baja.

Sonreí y me acerqué a él, tomé la taza, estaba tibia; papá y mamá estaban trabajando. Así que teóricamente solo estábamos Tayler y yo en casa.

—¿Y todo bien? —le di un sorbo a la infusión.

Él me miró por cortos segundos —Sí, tranquila... —Mantuvo la voz baja—. Oye, Mad... —Tayler suspiró—. Siempre soy sincero contigo —empezó a pasearse por mi habitación.

Me senté en el borde de la cama. —Lo eres...

Aclaró la voz —Te he ayudado todo este tiempo y escuchado también...

—Así es.

Se apoyó en mi escritorio, y justo sobre unos de mis cuadernos estaba la rana intentando comerse un mosquito, Tayler cruzó los brazos sobre su pecho y volvió a mirarme fijamente. Su mirada gris no se movió de mi rostro, su expresión se apretó lentamente en preocupación mientras decía:

—Creo que Clay no exagera tanto, lo estuve pensando y —suspiró una vez más—, Madi, ir hasta Francia ustedes solos puede ser peligroso.

Cerré los ojos y dejé la taza de café sobre la mesita de noche.

—Quiero decir —continuó—, entiendo la gravedad del asunto y todo lo demás. Pero... ¿Qué tal si les pasa algo malo? ¿Qué tal si te pasa algo? ¿Has pensando en tus padres o...?

—Tayler, pensé en todo, créeme —lo interrumpí—. Incluso tomé en consideración la posibilidad de que esta vez el avión se vaya a la mierda o que el padre de Eliot nos haga daño. No he dormido en toda la noche, no he podido ni siquiera comer algo de forma decente porque no dejo de pensar en Eliot y en cómo está.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora