9. Maldito alcohol.

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¡Mini Maratón!

No beban de más en las fiestas,
Luego les pasa como a Madison, y terminan con un video vergonzoso en internet y siendo manipuladas por un antipático francés.

Me quiero arrancar la cabeza, no soporto la resaca.

Harold y yo estamos por llegar al instituto, está conduciendo con unos lentes negros puestos al igual que yo mientras se bebe un té desde uno de los termos de mi papá.

Recordaba la mayoría de las cosas que pasaron anoche: El beso con el antipático, lo qué pasó en el baño con Elena, recuerdo al hombre extraño y lo que dijo sobre Harold. Que el desgraciado de Eliot se largo y me dejó sola al final de la fiesta.

Suspiré, aparcamos en los estacionamientos del instituto y bajamos, llevamos el uniforme del instituto, jeans y el suéter oficial.

Ninguno de los dos desayunamos nada, él se limitó a ese té y yo a un café.

—¿No irás a clases? —indagó Harold con voz baja y ronca mientras nos sentamos en una mesa de la cafetería.

Negué —No quiero escuchar regaños, no tengo humor —frote mi sien—. Con la migraña que traigo juro que en este momento sería capaz de arrancar la pizarra de la pared y ponérsela de sombrero a alguien.

—Eso fue gracioso, pero no me reiré, cada vez que hablo escucho como un eco.

—Ni lo digas, no sé si me duele la cabeza o el cerebro...

A lo lejos vi a Elena junto a otras chicas, se dirigían hacia la cancha, se veían radiantes, todas. Como si anoche no hubieran bebido litros de alcohol.

—Creo que debí quedarme en tu casa —el castaño se quitó las gafas oscuras y noté que su mirada estaba cansada y bajo sus ojos habían unas ojeras rojas. Es muy lindo la verdad a pesar de la resaca.

—Igual deber ir ahí después de clases, dejaste al gato ahí y debió haber hecho de todo así que te tocará limpiar a ti.

—¡¡Hey!! Aquí están, chicos —la voz de Clay se hizo presente con fuerza desde algún lado. Cuando miré vi al rubio con su uniforme puesto, tenía un pantalón corto color verde oscuro, la camiseta deportiva con el logo del instituto, se veía impecable. Tenía una banda blanca separándole el cabello rubio de la frente y en su mano sostenía su maletín deportivo del cual sobresalía su raqueta.

—Cállate, mierda —bramó Harold—. ¿No quieres un megáfono?

Clay suspiró y apoyó la mano a la mesa dejando el maletín en el suelo —Y los rumores son ciertos, estuvo buena la fiesta

—Clay —pase mis manos por mi cabeza—. Baja la voz.

—¿Rumores? —preguntó Harold.

Clay tomó asiento —Sí, las redes están que explotan, videos, fotos, peleas, chismes... Jonathan no se ha parado por aquí y no creo que lo haga o bueno si lo hace es porque definitivamente no recuerda lo qué pasó anoche —dijo riendo.

—¿Qué pasó anoche? —pregunté a punto de buscar mi celular pero no lo había encontrado desde anoche.

Clay se echó a reír —Me sale mejor decirte que no paso... Hay un video de él con un muñeco inflable, créeme es totalmente bizarro

—Y eso que no lo viste en persona —dijo Harold sonriendo.

Sentí un dolor punzante en mi cabeza y recordé eso, luego recordé mi beso con Elena, recordé a dos policías ebrios, esos dos fueron el alma de la fiesta literalmente eran como los policías de la película "Comando especial". Me recordé a mi misma pero contándole a alguien como me termino Jonathan, no está claro, pero estaba llorando no sé... Es confuso.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora