6. El peligro está cerca.

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"A veces ni siquiera el tiempo importa, a veces solo una acción o una palabra vuelve a dos conocidos dos extraños"

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"A veces ni siquiera el tiempo importa, a veces solo una acción o una palabra vuelve a dos conocidos dos extraños"

═══════≪ Madison Mintz ≫═══════

El hotel no era lo que pensábamos. Realmente imaginábamos algo pequeño, antiguo con una mujer grosera de recepcionista que nos ignoraría por preferir hablar por teléfono con alguna de sus amigas.

Pero era todo lo opuesto, una chica joven muy amable nos atendió enseguida, el lugar tenía ese estilo vintage que te encerraba de alguna forma, en una época antigua bastante elegante, las habitaciones estaban en el piso de arriba, subiendo las escaleras justo al lado de la recepción. Y en la planta baja hay un restaurante, un bar y una gran terraza.

Nada escandaloso. Todo muy sobrio, tranquilo y elegante.

Estaba sola, sentada en la barra del bar, sin beber nada, el lugar estaba bastante vacío, de hecho, estaba muy vacío.

Saqué de mi bolsillo algo que siempre cargaba conmigo, el anillo que me había dado Eliot, el anillo que me dió mientras me dijo que me iba a demostrar que se convertiría en un buen hombre para mí, que sería verdaderamente perfecto solo para que yo me sintiera a salvó con él y segura de llamarlo "mi esposo" en un futuro.

El hermoso anillo de promesa resplandecía entre mis dedos, y en el brillo de esos diamantes se resguardaban las palabras de mi novio, recordaba cada una de ellas a la perfección y poder recordarlas tan bien, dolía.

—Bien, no pude convencer a Clay de venir, pero Elena tiene todo arreglado —la voz de Harold sonó a mi diestra, guardé el anillo sin que lo notara, él se sentó a mi lado en la barra.

Lo miré —Déjame adivinar. Va a esperar a que Clay se duerma y después vendrá a beber algo ¿cierto?

Harold sonrió —Exacto.

Las habitaciones no eran caras pero ninguno se sentiría cómodo durmiendo en habitaciones separadas, de cierto modo todos estábamos nerviosos. A excepción de Elena, ella aun siente que está de vacaciones. Elena y yo compartimos habitación y Harold y Clay comparten la otra.

Harold soltó un largo suspiro, se revolvió el cabello y se frotó el rostro, un tanto cansado, acomodó el cuello de su sudadera y apoyó los codos a la barra.

Tantee mis bolsillos, en busca de mi celular, pero lo había dejado en el auto, estaba por levantarme y buscarlo pero sentí la mirada azul de Harold sobre mí, lo miré de reojo, tenía el ceño levemente fruncido y una expresión de curiosidad le endurecía un poco el rostro, sin embargo se obligó a desviar la atención al fondo de la barra.

Sentí una tensión un poco más incómoda de lo habitual entre ambos, el silencio es espeso, de esos en donde te abstienes de tragar saliva porque sabes que se va a escuchar como una explosión.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora