16². Esto ya no es un juego.

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¿Eliot besa bien?
Eso es algo que ahora Madison sí, puede responder.

 Eliot había salido de la biblioteca y mejor así, tenía que estabilizar mi presión arterial y vaginal. ¿Existe? Debía regular mis hormonas.

Sentirlo así de cerca fue verdaderamente intenso.

Escuché a alguien entrar pero cuando salí del pasillo de los estantes y miré hacia la entrada pero no vi a nadie.

—¿Eliot?

Nada, empecé a sentirme tensa y no de una forma agradable. Camine hacia la entrada de la biblioteca y el pasillo estaba vacío. Me volví hacia el interior otra vez, observé con atención.

Había alguien aquí.

Mi corazón empezó a latir con fuerza, camine despacio, mirando en cada pequeño pasillo entre libreros, camine por uno de ellos y me detuve cuando un libro se movió frente a mí en el estante.

Extendí la mano para retirar el libro y fue entonces cuando una voz me hizo sobresaltar:

—¿Dónde estuviste toda la mañana?

El corazón se me subió a la garganta y casi lo escupo cuando grité pero reconocí esa voz —¿Harold?

Los libros se movieron hacia un lado y pude verle la cara en medio desde el otro lado —No, es la sección de audiolibros.

Extendí la mano y moví un libro para golpearlo.

—¡Oye!

—¡No hagas eso!

Él rodeó el librero y llegó hasta mí —¿Qué tienes?

Suspiré y lo miré, su expresión era curiosa, sus ojos azules recorrieron mi cara un segundo hasta que le respondí.

—Nada —aclare la voz—. Estoy algo nerviosa, creo.

Frunció el ceño y se acercó a mí pasando su brazo por encima de mi hombro mientras caminamos hacia una silla —¿Nerviosa por qué? ¿Es Jonathan otra vez? —su voz se tornó seria—. Si es él otra vez, te aseguro que hoy mismo se le quitan las ganas de molestarte.

Nos sentamos juntos en una mesa —No, no es él. Solo que... —lo miré—. Harold fui a tu casa ayer.

Me miró extrañado —¿Estaban mis padres discutiendo otra vez?

—No, estaba... Estaba Felix ahí.

Frunció el ceño —¿Felix? ¿Qué hora era?

—Las ocho más o menos.

Pareció meditarlo —Salí toda la tarde, llegue a directo a tu casa un cuarto para las ocho y me llamo Bell, quería que la ayudara en algo así que fui a verla.

Me acerqué un poco más a él para mantener un ambiente aún más confidencial —El no se dio cuenta que estaba ahí, fui directo a tu habitación a buscarte porque vi ese maletín negro en medio de mi sala...

—Lo siento —me sonrió con inocencia.

Suspiré —El punto es que, llegó alguien mientras tú no estabas. Y fue Felix quien lo recibió —su expresión se tornó seria.

—¿Quien era?

—No pude verlo, yo estaba bajando las escaleras solo escuché susurros por parte de esa persona. Pero escuché todo lo que decía Felix —Harold apoyó el codo a la mesa y me escuchó con atención—. Decía que nadie sabía de las conversaciones que tenían, ni siquiera tú. Y que era mejor así, porque tú le dabas información a esa persona y luego él la confirmaba con Felix.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora