30. Los Lacroix tienen poder hasta en tu ciclo hormonal.

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Sí, los Lacroix tienen poder hasta en tu ciclo hormonal.

Harold Lowell

¿Dormir? ¿Eso con qué se come?

Cuando salí de la habitación y la luz diurna dio en mi cara el dolor de cabeza fue estremecedor.

Rogaba que Madison si hubiera podido dormir bien, yo en cambio permanecí toda la noche con un montón de dudas en la cabeza.

Lo admito, me inquietaba el hecho de que hubiera estado más que obvio que era Eider quien se ocultaba detrás de la máscara blanca de The King Of Bets.

y créanme... En esta mansión no existe nadie que conozca mejor que yo la forma de jugar de The King Of Bets.

The King Of Bets no cometía errores.
The King Of Bets no era alguien descuidado.

Tenia la leve sospecha de que había algo peor que The King Of Bets en este lugar. Y estaba seguro de que era el mismo Eider, sí, Eider, así, sin la máscara de el mafioso más temido y respetado de las apuestas.

Cuando baje las escaleras y giré hacia el comedor principal lo primero que vi fue a ese hombre encabezar la mesa.

Vestía de traje. Elegante. Imperturbable. Relajado.

Mis manos sudaron en tensión, al menos eso no se notaba. No como a Madison que le suda la punta de la nariz en cosa de segundos.

Su mirada se levantó hacia mí y el color violeta de sus ojos fue como una inyección de alarma en mi sistema. Era inquietante, pero jamás había dejado que nadie de su talla se percatara de que me había incomodado, y esa no seria la primera vez.

—Bonjour.

Desvíe mi atención hacia las escaleras por donde bajé, respire hondo y aclare la voz acercándome a la mesa sin mirarlo a la cara.

—Buenos días —mi voz fue un tanto áspera y ronca, tomé asiento a su izquierda dejando entre ambos una silla vacía—. ¿Ha visto a Eliot o a Madison?

—Se fueron hace unas horas.

Lo miré, extrañado —¿A dónde?

Sonrió con burla, sus ojos violetas permanecieron fijos en mi.

—¿Crees que les pregunte?

Respire hondo y me frote la cara un momento, en cosa de segundos una chica del servicio coloco un plato con el desayuno.

Se veía muy bien, eran huevos revueltos con queso, tostadas con queso crema y un poco de fruta picada con miel.

—¿Tan mala fue la noche?

Tomé el tenedor y empecé a comer, fue después de un buen par de bocados que le respondí:

—El cambio de horario es complicado.

Lo escuche ahogar una risa —Y si le sumas a eso el pensar en cosas que no te competen y entrometerte junto a tu amiguita en cosas que no deben, imagino que es peor.

Quedé con el tenedor a mitad de camino a la boca. Miré a Eider, y una chica del servicio estaba poniendo dos copas vacías frente a él y en un carrito de servicio de color dorado había una cubeta de hielo con dos botellas de vino.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora