Capítulo 13.

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Date tiempo de estar mal,
porque lo que sí que es malo
es aparentar todo el tiempo que estás bien.
—Vicky Grande.

Estoy en mi habitación.

Ojos. Ojos acechan y parpadean en las esquinas de las paredes.

—¿Dónde estoy? —musito en voz alta. Con el rabillo del ojo me percato de algo que va rapidísimo, de un extremo de la pared al otro.

—¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?! —grito, y comienzo a apuntar con la linterna que tengo en mi mano en dirección a la cosa.

Está acurrucada, en una esquina de la habitación, es una niña pequeña, de cabello negro y...

¿... So... Soy y-yo?

Mira hacia abajo, y luego comienza a susurrar, con una voz rasgada, como de una anciana que tenía años sin hablar, una voz anticuada y joven al mismo tiempo, tan aterciopelada y áspera al mismo tiempo:

Sombras del pasado... —traza una línea vertical en el suelo lleno de polvo.

»Tic-Tac...

»Desde el centro acecha. —ahora hace un círculo, en la parte superior de la línea vertical.

»Marioneta del destino...

»Que sí, que yo —traza otra línea, justo a un lado de la otra.

»Cuando para el reloj —y finaliza con otro círculo, en la parte inferior.

Me mira, con ojos asustadizos, menea la cabeza, vigilando en todas direcciones y culmina diciendo:

»Sempiterno es su misión.

Y en un mínimo, casi inaudible sonido, se escuchó:

«Corre la voz».

Desperté, con la respiración agitada, sudando y con un nido de sábanas a mis pies.

—¿Qué fue eso? —solté, posando una mano sobre mi pecho.

○○○

—Tenemos tres días para organizar el cumpleaños de Elise —aclaró William—. ¿De acuerdo? El plan es este:

»Estamos hablando de Elise, así que debe haber mucha gente, gente de todas partes. Inviten a todos los que puedan, y para eso tenemos a Lorie. Anabette, tu madre hará los dulces, y me ayudarás a mí con la decoración, por supuesto. Y Jeremy, tú te encargaras de mantener a Elise fuera de su casa ese día hasta la noche; dile a una de tus tías que invente que tiene diarrea a chorros, y llévate a Elise fuera de la casa ese día ¿Entendido? —preguntó, mirándonos a los tres.

—Sí, William —respondimos al unísono, con desdén.

—Mejoren sus actitudes, no sean lloronas. Así que no quiero quejitas.

—Yo me quejo lo que se me de la gana, William —sentenció Lorie.

—Puede que la mayoría del tiempo, pero para esto no quiero quejas, ni siquiera las tuyas, y se acabó

SEMPITERNO: Un Nuevo Inicio [Completa] ©✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora