Capítulo 18.

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Segunda Ley de la Termodinámica:

Dado el tiempo suficiente, todos los sistemas tenderán, eventualmente, al desequilibrio.

Anabette.

Intenté liberarme de los cables con todas mis fuerzas, pero estas, extrañamente, eran muy pocas, y los sujetos con traje me triplicaban en tamaño y cantidad. Llegaron hasta mí, uno se precipitó a sacar una jeringa, forcejeé y luché por librarme de su agarre, pero otro sujeto tomó mi otro brazo, y tres más se encontraban al pie de la camilla en caso de que algo ocurriera. No tenía escapatoria; el primer sujeto introdujo la jeringa en mi hombro, y vertió un líquido que se espació como el granizo: abrupto y frío alrededor de mi brazo, sentí un hormigueo punzante y doloroso abriéndose paso por toda la extremidad, sin embargo, a los pocos segundos simplemente cesó.

—¿Trajiste el suero correcto, Owen? —emitió uno de los sujetos al pie de la camilla.

El primer individuo, Owen, asintió. Él era diferente a los otros, su uniforme era completamente negro, tan negro como la noche, distaba mucho de parecer un doctor, o un enfermero. Se disponía a hablar, pero de pronto volvió a escucharse un crujido, luego el golpe, y acto seguido la puerta se abrió, y una figura emergió de ella.

Era una mujer, de al menos unos cincuenta años, delgada, muy conservada, de cabello negro y ojos igual. Iba vestida con una falda lápiz negra, una blusa color mostaza, tacones de aguja y una bata de laboratorio blanca.

—¡¿QUÉ INCOMPETENTE PERMITIÓ QUE PASARA ESTO?! —vociferó la mujer airada a los sujetos con traje.

—Mi señora —saltó a decir Owen, haciendo una reverencia—. No sabemos cómo sucedió esto, colocamos el suero a la hora exacta, igual que todos los días —aseguraba angustiado.

—Madame Ixhel —se apresuró a decir otro de los sujetos—, el suero, al parecer, no está funcionando, Owen acaba de administrar otra dosis, pero no ha surtido ef...

La tal Ixhel, cargada de ira, rápidamente se acercó hacia él, y le estampó una gran y fuerte cachetada en la mejilla.

—Verdaderamente no pueden ser más estúpidos, de seguro dejaron pasar la hora —se volvió hacía la pared de cristal—. ¡Monitoreen los relojes! —exigió, mientras simultáneamente sacaba una nueva jeringa de su bata blanca—. Mañana a las 17:30 comenzaremos de nuevo, y no quiero oír nada más sobre...

Todo sucedía extremadamente rápido, mi mente no terminaba de procesarlo por completo, no entendía nada en lo absoluto, no tenía idea de quiénes eran estas personas, ni mucho menos qué estaba haciendo yo aquí. Me encontraba en un estado de agobiante perplejidad y no había podido emitir una sola palabra, hasta que:

—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué estoy haciendo aquí? —mi voz salió aplastada y mi garganta ardió, se sintió como mil partículas de cristal roto pasando rápidamente por todo el canal de mi esófago.

Ixhel frunció el ceño un segundo, me miró despectivamente de arriba a abajo, luego sonrió y respondió:

—Tú no estás en posición de exigir respuestas, Anabette. Las órdenes aquí, las doy yo —zanjó, e introdujo la jeringa en mi muslo... Y a los pocos segundos todo se volvió negro.

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Desperté, tenía una gran migraña. Mi cabeza palpitaba y aún sentía mi cuerpo desvanecido, con muy pocas energías. Comencé a mirar a mi alrededor, estaba en otra habitación, era una especie de celda, parecida a la habitación donde me encontraba antes de desmayarme. Las paredes eran de una especie de latón, con remaches y tornillos incrustados en ella, una pequeña mesa del mismo material reposaba a un lado de mi cama... —miré hacia arriba, y noté que en realidad se trataba de un especie de camarote hecho de tubos metalizados—, con un par de implementos quirúrgicos sobre ella.

SEMPITERNO: Un Nuevo Inicio [Completa] ©✔️Where stories live. Discover now