Capítulo 40.

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¿Acaso existía un anhelo humano más triste —o más intenso— que desear una segunda oportunidad de algo?
—Haruki Muramami.

Jeremy.

—¿Y no has hecho nada más? ¿Qué piensas hacer? —la pregunta de Nydel denotaba desconcierto.

—No voy a presionarla, y es una estupidez estar pensando en romance a estas alturas. Esa historia de amor terminó, o al menos por el momento no es remotamente posible.

Nydel se había vuelto cercano, y era cada vez más y más insistente con sus preguntas. No eran malas, ninguna con la intención de herir. Quería saber, y yo le conté la mayoría de las cosas, le conté eso que me dolía en el fondo y que aún pensaba, ese perpetuo peso muerto sobre mis hombros.

—Está herida, Jeremy. Es evidente que aún se quieren, pero ninguno quiere soltar el pasado.

—Las cosas son más complicadas que eso, Nydel... —pero él me interrumpió, negándose rotundamente a escuchar mis acotaciones.

—Yo no he terminado —corrigió con desdén, reajustando el cuello de su camisa—. El amor no es tan complejo como a veces lo pintamos; tenemos esa filosofía de que el amor debe ser rosado, dulce y encantador, pero qué pasa si el amor se presenta en un amarillo tan brillante y cegador que duele, o azul tan fuerte que amenaza con perderte dentro de toda su tentadora oscuridad. Ustedes se aman, y lo que pasó, no fue responsabilidad de ninguno de los dos —su mirada era brillante, sus gestos eran etéreos y su seguridad era aplastante. Parecía un príncipe hada salido de una historia de fantasía, o tal vez un brujo encantador por su linaje maldito, de cualquier modo, sabía que Nydel posiblemente jamás había sido rechazado por alguien, y que posiblemente, jamás había tenido problemas amorosos—. Si es que salimos vivos del ataque que viene, creo que ustedes dos deberían intentar y ver qué pasa.

Era tan irónico tener la muerte respirando tan cerca, a pocos días de entrar a Centinela y probablemente no salir, y que, precisamente Nydel, quisiera tener esta conversación.

—¿Qué clase de historia para contar sería la nuestra si volvemos?

—Una historia con problemas, como todas las demás. Una historia con altas y bajas, de personas racionales que supieron superar su pasado.

—Esta historia no es igual a las demás, hay problemas que el amor no resuelve, hay heridas que por más que queramos, permanecen vivas una gran cantidad de tiempo.

—A ver —hace un gesto pensativo y dramatiza—. Dos jóvenes enamorados atraviesan un gran problema en su relación, se separan, se aman, se cuidan y se miran con ojos de perro degollado cada que se ven, ¿Es eso exclusivo para ti? Todo el mundo pasa eso, y mucha gente lo supera.

A pesar de la naturalidad en las palabras de Nydel, del aire de confianza que reinaba en el ambiente. Me sentía oprimido, presionado por un montón de posibilidades, posibles esperanzas que quería creer, pero que eran difíciles de poder poseer.

—Jamás podríamos retomar lo mismo que teníamos antes.

—Mejor aún, la vida les está dando una nueva oportunidad, la mejor de las oportunidades: empezar desde cero. Y ustedes la están rechazando sin más, sin evaluar las posibilidades ¡Es un completo desperdicio!

—¿Y por qué tienes interés en esto, Nydel? —quería que la conversación cambiara.

—Porque me duele que gente que se quiera no pueda ser feliz por culpa de Centinela. Además, eres un buen tipo, Clarckson, y porque... me recuerdas mí. Encontraste el amor y ellos se encargaron de destruirlo, eres afortunado de que ella aún siga viva —¿era esa una confesión personal? ¿Acaso Nydel había vivido algo similar? Y como si leyera mis pensamientos, Nydel aclaró con aflicción—... Yo no puedo recuperarla, yo no puedo sanar junto a ella. Piensa en la posibilidad que ambos tienen, evalúa su situación. Deberían hablar sobre ustedes cuando todo esto termine.

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