Capítulo 15.

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Era tan hermosa como
un amanecer que llegaba sin color, una extensión de mar gris sin manchas blancas ni olas. Ella llenó su visión como una lámpara que
ocultaba las estrellas.

—Chain of Iron/ Cazadores de sombras.

Anabette.

Después de la pelea me había despertado en el sofá de la sala, con unas cobijas arremolinadas a mis pies y extendidas sobre mí. Mi madre estaba en el sofá frente a mí. Dormida, con la cabeza a un costado de su hombro y sus manos juntas sobre su regazo.

Reviví los acontecimientos de la noche pasada y las lágrimas brotaron, salieron y salieron tan silenciosas como un gato al acecho. Algo dentro de mí dolía, mi cabeza palpitaba.

¿Hasta cuándo mi padre se negaría a recibir ayuda?

Me levanté, en silencio. El frío del suelo sobre mis pies desnudos me quemó como una braza ardiente. Hice una mueca y seguí caminando. Atravesé el pasillo, parecía no haber nadie cerca. Un alivio.

De pronto, noté que me había apresurado demasiado, porque mi padre estaba sobre una de las sillas del comedor, esperando con sus brazos cruzados.

No le hablé, solo me limité a mirarlo. Algo había cambiado.

—Quiero hablar contigo, Anabette.

Yo asentí. No tenía ánimos de nada, no quería discutir. Tranquilamente me sentaría y dejaría que su lengua hablara y hablara, que escupiera todo el veneno que estuviese dispuesto a soltar. Quería ir a mi habitación, y dormir hasta que esa noche, este día, esta vida, se borraran de mi memoria.

Mi padre miró a los costados, con creciente inquietud en su rostro. No había nadie más que nosotros. Yo rodeé la mesa y me senté frete a él.

—Puedes decirlo —articulé. Mientras más rápido lo hiciera, más rápido podría irme a descansar.

Si es que sus palabras no me quitaban el sueño una vez más.

—Yo... —su voz se oía tensa. Su mirada esquivaba la mía—. No sé qué pasó anoche.

—Qué bueno que lo hayas olvidado pronto, quisiera tener esa suerte —sonreí con pesar.

Él agitó la cabeza.

—No, solo... lamento todo lo que te dije —jadeó. Yo parpadeé—. Solo quisiera volver a ser el de antes, quisiera... quisiera no ser así, Anabette —y de improvisto, como una lluvia que cae en primavera, como nieve que se esparce esponjosa sobre el otoño, mi padre comenzó a llorar.

Jadeos y jadeos salían de su garganta. Como si un león herido estuviera dentro de él, aullando de dolor. Cada sollozo más alto que el otro, cada uno más roto que el anterior.

Me sentí mal. Quería que dejara de llorar, quería que dejara de sentirse así. Quería evitar su sufrimiento. Mi padre se llevó la mano hacia su pecho, como si de verdad algo dentro de él se rompiera, picara y doliera.

No soportaba verlo así, a pesar de lo mal que había sido estos últimos meses. Sabía que no era su culpa, que su dolor se estaba manifestando erróneamente, y que lo único que necesitaba, era ayuda y consuelo.

Estaba harta de que todos estuviésemos así, tan brutalmente susceptibles a nuestras emociones. Acorté la distancia que nos separaba, la mesa entre nosotros y lo abracé.

Fue un abrazo amoroso, mi padre me recibió y me apretó contra él como hace tanto tiempo no lo hacía. Fue un abrazo cálido, cariñoso y feroz, como si el miedo y el dolor en su pecho le susurraran que si me soltaba me perdería igual que a Sophie. Su abrazo me transportó a un lugar lejano y feliz, a ese padre amoroso, atento y bondadoso con el que yo había crecido. Me recordó a ese hombre que yo había amado y admirado más que a cualquier otro.

SEMPITERNO: Un Nuevo Inicio [Completa] ©✔️Where stories live. Discover now