Capítulo 36.

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Ella es caótica e impredecible. Nunca sabes si te va a amar o te odiará, si va a huir o te pedirá que no te vayas nunca. Y por eso es que hay que amarla: porque en sus idas y venidad puede ofrecértelo todo o dejarte sin nada. Tiene una tristeza que duele y sin embargo, no he visto a nadie, jamás, reírse tan fuerte de la vida.

Jeremy.

Todos los voluntarios de Ederdig se veían imponentes. Me sentía como un pequeño diente de león en medio de frondosos árboles de fresno. Debí haber entrenado más duro.

Fheryx era un tipo curioso, exigente pero indulgente, hacía un gran equipo con Cárter. El tono cobrizo de su cabello me recordaba a Will… me preguntaba si Anabette pensaría lo mismo, aunque sería mejor si no fuera así, sería un recuerdo tortuoso del pasado.

El combate cuerpo acuerpo se desplegaba en la sala, los voluntarios de Ederdig habían llegado a las primeras horas de la mañana. Fheryx y Cárter eran los árbitros del combate, ambos corregían las posturas fallidas, los ángulos estratégicos, la importancia del peso y el equilibrio. Todos golpeaban, corregían y repetían.

Anabette estaba con un chico, su nombre era Axis, caminaban en círculos alrededor del aro mullido de entrenamiento sobre sus pies, esperando el primer ataque. El joven atacó primero y, en un movimiento meditado y ágil, Anabette esquivó el golpe, pasó por debajo de su brazo y golpeó su tobillo con su puño, haciendo que su desequilibrio y la fuerza de su golpe lo hicieran caer estrepitosamente de boca sobre el suelo. Sentía que el orgullo no cabía en mi cuerpo, y un aire fresco de tranquilidad se instaló en mis hombros. Axis había llegado esa mañana con el ego un tanto altivo, y le estaba ganando alguien que tenía la mitad de su tamaño. Anabette era pequeña, pero astuta. Y estaba dejando muy en alto los entrenamientos de Cárter, y todo nuestro equipo.

Con cada golpe sus ojos brillaban con emoción, se desenvolvía fácilmente por todo el anillo, esquivaba los golpes de Axis una y otra vez, como una danza, como una experta que amaba su trabajo.

Pasaron a la siguiente prueba, puntería. Luego a la otra, desarme y sujeción del atacante. Ambos casi a la par, con cosas por mejorar, pero bastante aceptable, evaluó Fheryx.

Pasaron al siguiente, era Daisy contra una de las gemelas, Milba. La serie consistió en lo mismo, en la primera ronda Milba le dio un golpe tan fuerte en el estomago a Daisy que tardó unos segundos en recuperarse y que el color volviera a su rostro. La mirada de victoria y suficiencia en los ojos de Milba fueron su perdición. Todos aquí conocíamos el carácter sensible y volátil de Daisy, por lo que a ninguno nos sorprendió cuando en la ronda de puntería, por poco, Daisy le dispara en uno de sus pies a Milba. Una única y clara advertencia, de con quién se metía.

Owen y John habían sido los primeros; impecables y profesionales. Solo quedábamos el doctor Thomas y yo. Se suponía que no debíamos subestimar a nadie, pero con Thomas…  ¡Dios! Sé que las personas adultas  son, en ocasiones, más capaces, intrépidos y agiles que los jóvenes, pero el doctor Thomas tenía madera de todo, menos de un soldado para armar una línea irrompible. Garden, su contrincante de Ederdig, seguramente pensó lo mismo, y fue demasiado notorio que se compadeció; sus golpes eran torpes y descuidados, estaba relajado, poco perceptivo, intentando llevarle el ritmo a Thomas. El señor se tomaba sus segundos para respirar, descansaba y miraba el anillo fijo en su dedo anular, lo acariciaba, como un recuerdo preciado, como un tesoro invaluable que se negaba a fracturar.

Le preguntaría a Cárter sobre la esposa del hombre, tomé nota mental. Y me preparé para mi turno. Era con un sujeto nuevo, quien no había asistido a la reunión de ayer. Su mirada era altiva, observaba los movimientos de cada uno, como un tipo de escáner, una computadora humana que almacenaba cada uno de nuestros movimientos y los archivaba.

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