Capítulo 34.

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Y eso es la vida, sufrir un rato y reír otro.
—Gabriel García Márquez.

Anabette.

Me alisté lo más rápido que pude, me vestí con mis cueros negros de siempre, trencé mi cabello y guardé el montón de dibujos debajo de mi cama. Me costó un poco volver en mí, auto-educarme para estar bien, para procesar la nueva información de Cárter. Estaba costándome, los susurros en mi mente volvían y volvían, desplazaban conspiraciones sobre:

¿Quién te mentiría ahora? ¿Qué mentira descubriría ahora? ¿Cuánto más debes romperte para dejar de confiar en las personas? ¿Sempiterno no fue suficiente?

Salí al pasillo, diez minutos con anticipación, porque si me quedaba encerrada en mi habitación con mis propios pensamientos enloquecería, y eso sí que no lo permitiría.

Caminé buscando a Daisy, o a Owen, o a alguien, pero los corredores estaban vacíos. ¿En dónde se había metido todo mundo? Anduve y anduve, hasta que el sonido de la voz de John hizo eco en el corredor.

—¿Por qué no estás con todos los demás?

—Eh... Creí que faltaban diez minutos para la reunión ¿En dónde están?

Él se acercó, dejó sobre una repisa un par de llaves que sostenía en su mano, y se plantó unos dos metros frente a mí, renuente al contacto humano, como de costumbre.

—Sí, la reunión es en unos segundos, pero todos están en el pequeño salón junto a la sala de juntas. Creo que Mouse necesitaba hablar con ustedes sobre ciertas cosas.

—Oh... No lo sabía —respondí, mirando por el pasillo.

—Seguro no quisieron despertarte, pero anda. Apuesto a que te esperan.

—¿Tú por qué no vas? —indagué extrañada.

—Tuve una larga conversación con Cárter esta mañana, ya sé qué dirán.

Asentí, él no dijo nada más y se lanzó hacia el pasillo. Yo me precipité hacia el salón.

Me posé frente a la puerta, el metal brillaba perfectamente pulido. Pegué mis nudillos en él, y el frío me picó, como un piquete de abeja que inyecta hielo, despegué mi mano y desplacé la idea de tocar. Tomé la manilla y tiré:

—Debemos evaluar muy seriamente el…

Cárter, Daisy, Thomas, Owen y Jeremy volvieron su vista hacia mí, interrumpiendo su exposición. Estaban reunidos, sentados alrededor de una mesa, en ella habían esparcidos unos cuantos papeles y bolígrafos apilados. Cárter estaba de pie a la cabeza de la mesa, como un político hablándole a su pueblo, Daisy estaba a su derecha, junto a ella Thomas y Owen. Jeremy estaba frente a Cárter, en el extremo opuesto de la mesa. Amontonados en el espacio reducido.

—¿Interrumpo? —pregunté, ante el silencio glacial que reinó tras mi llegada.

—Para nada, continúa —respondió el doctor Thomas, juntando sus manos, y jugueteando con el anillo de plata que reposaba en uno de sus dedos. Siempre me había parecido curioso ¿Dónde estaba la esposa de Thomas? Pero nunca lo pregunté, no era tan insensible, seguramente la señora había muerto, o lo había abandonado.

Entré y cerré la puerta detrás de mí, esperé a que mi vista se amoldara a la escasa iluminación que, por la razón que fuere, tenían en la habitación, y me senté en el costado izquierdo de la mesa, entre Cárter y Jeremy.

—¿A qué se debe esta reunión? ¿Ya no vendrá Ederdig? —inquirí.

Ederdig dijo que vendría una hora más tarde de lo acordado —respondió Jeremy, sin dirigirme la mirada. Yo asentí, aunque sabía que él no me vería.

SEMPITERNO: Un Nuevo Inicio [Completa] ©✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora