Capítulo 35.

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El tiempo no vuelve atrás, por tanto, planta tu jardín y adorna tu alma en vez de esperar que alguien traiga flores.
—William Shakespeare.

Anabette.

¿Qué hacía Jeremy allí?

Debía volver, sí. Sabía que él necesitaba recuperarse más que yo, necesitaba este momento a solas consigo mismo. Debía irme, pero él seguía cantando, en voz baja, casi un tarareo.

Oh, because I need you to see
That you are the reason —lanzó una piedra al agua, que rebotó, rebotó y rebotó… y se hundió—… I don’t want to fight, no, i don’t want to hide, no, i don’t want to cry...

Se calló, y escuché como suspiró, lanzó otra piedra al agua y supe que era tiempo de irme. Pero olvidé por completo la pintura y los pinceles que sostenía y se desparramaron a lo largo de la tierra.

Me agaché para recogerlos, casi por inercia, y Jeremy gritó:

—¿Quién anda ahí? —se incorporó, en un movimiento amenazante y grácil. Se puso en posición, sacó su arma y me apuntó.

—Soy yo, ya me iba ¡No me mates! —balbucí.

—¿Anabette? —parpadeó un par de veces, como intentado acoplar su vista a la oscuridad— ¿Qué haces ahí? Por poco te disparo.

—Vine a tomar aire —respondí.

—¿No deberías estar en tu habitación?

—¿No deberías estarlo tú también?

—Vale, lo entiendo, no me meto en tus asuntos… —miró al suelo, las hojas y la pintura en mi mano, tomó su chaqueta sobre la roca y dijo—. Te dejo sola, no sabía que vendrías hoy, ni que frecuentabas este sitio también… —¿también?—. Lo lamento.

De pie, yo permanecí de pie, mientras él dio zancadas en mi dirección, se paró justo a mi lado, demasiado cerca, temiendo que si el viento soplara lo suficientemente fuerte nuestros hombros rozarían. Se agachó, y recogió lo que estaba junto a mí. El viento no rugió, ni  siquiera silbó.

—Ten —ofreció los pinceles y la pintura blanca que se habían caído.

Los tomé, sin darle las gracias, él siguió caminando. Y como si fuera una especie de karma, un recuerdo antiguo, casi olvidado me golpeó:

Fue un día en la cafetería, yo lo había esperado afuera hasta que él saliera, como la maniática que era. No me percaté del tiempo, estaba tan distraída que las horas se me hicieron cortas, y el reloj estaba a punto de jugar en mi contra, debía tomarme mis medicinas y entramos a la cafetería. Estábamos solos, atrapados por la tormenta que rugía afuera. Tal vez sería mi propia mente la que creó la tormenta ese día, porque en mi interior sabía que quería un rato a solas con él, que el sentimiento que había en mi corazón era más fuerte que las voces crueles en mi cabeza.

—Debes pensar que soy una intensa llorona —había dicho yo, con una media sonrisa.

Jeremy había posado su mano sobre la mía, y me miró fijamente mientras decía:

—Pienso muchas cosas sobre ti, Anabette, pero jamás podría juzgarte por exteriorizar tus sentimientos. Puedes contarme lo que sea, lo que quieras, cuando quieras y prometo estar aquí para escucharte, siempre —su mano acarició la mía suevamente, un pequeño y ligero roce reconfortante—. No creo que haya sido tu culpa, tampoco me pareces repugnante. Y ciertamente, tu mente está diciendo cosas que no son ciertas.

—Gracias.

—... ¿Recuerdas la vez en el cementerio? La segunda vez que nos vimos —estaba nervioso y avergonzado.

SEMPITERNO: Un Nuevo Inicio [Completa] ©✔️Where stories live. Discover now