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Capítulo 8.

Algunas cosas son más preciadas porque duran poco.
—Oscar Wilde.

Tres meses antes.
Diciembre, 2017.

Jeremy.

Mentiras.

Secretos.

Errores...

Todo eso, de la noche a la mañana había invadido mi vida. No tenía escapatoria, la única alternativa a rendirme era la muerte. Si dependiera de mí, escogería una y mil veces la muerte a cambio de tener una oportunidad de decirle toda la verdad a Anabette desde el principio.

Pero no era posible, porque más allá de lo que yo sintiera, más allá de lo que yo creyera que era correcto. Era la vida de Anabette la que estaba en riesgo, y yo no interferiría con eso. No la pondría en peligro, así el secreto en mi interior amenazara con volverme loco.

—¿Estás seguro de esto, Jeremy? —preguntó Cárter, quien se hallaba a mi lado.

—Debo hacerlo. En fin, es por el bien de todos ¿No? —hablé, algo distraído.

—Solo procura no hacer nada estúpido, Jere, no sabemos qué daño colateral podrías causar. Solo no lo arruines —reprendió.

—Confía en mí ¿Cuándo he arruinado algo? —pregunté, sonriendo.

A eso me mostró su dedo corazón, en un fraternal gesto.

—No me hagas hablar. Ahora vete, debes prepararte.

Asentí, debíamos ser sumamente cuidadosos, pues nuestro plan no era algo en lo que podíamos darnos el lujo de fallar.

Presente.

Marzo 23, 2018.

El departamento de Elise no era muy grande. Además, estaba en malas condiciones, las paredes consumían agua igual que una esponja, el olor a moho era persistente. Constaba en: tres habitaciones y un baño, una habitación que era la suya, la otra era un basurero, donde guardaba todo tipo de cosas, y la otra última era la habitación de huéspedes, ahora la mía.

El televisor se había fundido debido a un gran apagón que hubo unas noches antes, según el técnico vendría a repararlo en un par de días, pero cada segundo en esa casa, con esas paredes húmedas y el olor a moho me estaban asfixiando.

A veces conversaba con Elise, y no era tan aplastante el encierro. Pero no tenía a dónde ir, William era al único chico que conocía, y ahora a las amigas de Elise.

Sonreí al recordar a Anabette, a pesar de que la conocía vagamente no dejaba de parecerme intrigante.

Cuando supe lo que le sucedió, creí que moriría de la pena, creí que jamás se recuperaría. La había subestimado, y había sentido lastima. Conocerla era otra cosa, hablar con ella era otra cosa, se veía que intentaba ser fuerte, y lo era. A pesar de que la culpa y su mente la estuvieran consumiendo, Anabette era fuerte. Era una persona que parecía extrañar su vida antes del accidente, era una persona que anhelaba volver a ser amada y feliz como lo era antes.

Tal vez Sempiterno había hecho las cosas bien.

Disipé ese pensamiento de mi cabeza, sabía que no era así.

Me dirigí hacía mi habitación, tomé mi teléfono, busqué su nombre y le escribí.

Ella respondió:

Hola, no enloqueceré... al menos hoy.

Sonreí.

Sabía que no lo haría. Estos días había notado que esos soldaditos que protegían su gran fachada estaban reduciendo su guardia, uno a uno...

Y eso estaba mal, terriblemente mal.

¡Dios mío!... Me aplastaba la culpa. Quería decirlo, quería ayudarla, quería que todo terminara. Pero sabía que decirle la verdad la destrozaría más. Me sentía como una gran mierda por estar disfrutando su compañía, teniendo esta verdad sobre mis hombros.

Me agradeció, no enloqueció y para mi sorpresa colocó una palabra que jamás esperé venir:

Pro-amigo.

Solté una gran carcajada, esta mujer tenía ocurrencias para todo ¿Quién mierdas dice eso?

Seguí respondiéndole con una sonrisa de retrasado. Hasta qué una voz relampagueó en mi cabeza:

Solo procura no hacer nada estúpido, Jere. No sabemos qué daño colateral podrías causar. Solo no lo arruines.

Tenía razón, tenía razón, tenía razón.

Debía concentrarme en el plan, sin interrupciones, ni fallas, ni distracciones.

Nota de autora:

Sé que tal vez resulte bastante tedioso, pero bueno yo soy fastidiosa y... deben estar atentos con las fechas, para no perderse y así.

...Gracias por leer :3♡

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