Capítulo 29.

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Recuerda que eres un lobo.

Y no puedes estar enjaulado

—Rhysand.

Anabette.

Ixhel entró como un tornado en la habitación y miró a cada uno de los presentes con cara de total desprecio.

­—Pobre de aquel que se haya prestado para esta artimaña, porque les aseguro que con aquel que esté involucrado en todo esto, no tendré la más mínima consideración ni compasión —se volvió hacia el guardia—. Espero los encuentres, o vete despidiendo de tu adorado puestecito.

El guardia salió apresurado, todos los demás quedaron petrificados en su sitio, sin saber qué hacer. Ixhel permaneció ahí, de pie en medio de la sala. Posó su mirada en un punto aleatorio en la pared a su lado, y luego, en un gesto casi sobre humano, alzó la cabeza, y sentí que sus ojos se posaron sobre los míos.

El pánico me inundó, tan rápido que no fui consciente de lo que pensaba hacer, quería gritar y dar la vuelta por donde habíamos venido, estar lo más lejos posible del frío acerado de sus ojos, pero en un rápido movimiento me inmovilizaron desde atrás, y una mano apareció firme frente a mí para taparme la boca.

—No hagas ruido, ni te muevas —susurró Jeremy. Tan solo ese pequeño gesto bastó para erizarme los vellos del cuerpo.

Ixhel parpadeó un par de veces, intentando divisar el movimiento en la negrura del ducto. Y como caído del cielo, alguien la llamó desde el pasillo de afuera, ella se incorporó y salió en dirección a la puerta.

Creo que todos soltamos el aire que no sabíamos que estábamos conteniendo, y la carga sobre nuestros hombros disminuyó, solo un poco.

Lentamente, Mouse reubicó la pequeña ventanilla en su lugar, privándonos de la imagen de la base bajo nosotros. Hizo un gesto con la mano para que guardáramos silencio, y continuamos avanzando.

Anduvimos a gatas durante un par de minutos, dando vueltas en zigzag por todos lados. Me sentí mareada en varias ocasiones, sentía que el mundo daba vueltas a mi alrededor, pero como pude lo ignoré y seguí firme en nuestra marcha.

Los ductos seguían y seguían, parecían un laberinto que no aparentaba tener salida, estábamos agotados, pensé que pasaríamos todo el día ahí, dando vueltas y vueltas. Hasta que de improvisto, así como la luz del sol despide la oscuridad de la noche al amanecer, una pequeña luz irrumpió en la penumbra del ducto, el resplandor del día golpeó nuestros ojos, la luz de la libertad. Lejos, muy lejos al final del estrecho pasillo.

Estaba la salida. Había una salida.

Jeremy Clarckson.

Sí. Era una salida.

Mouse hizo un gesto para que mantuviéramos la calma, que guardáramos silencio y que, a menos que él lo ordenara, nadie se moviera de su lugar. Mouse y Daisy avanzaron hasta allí. Desde aquí se podía observar que era un gran círculo, con una rejilla de metal, detrás de eso... nada. Lo único visible era una gran luz resplandeciente blanca y cegadora.

Pasaron veinte minutos, en los que solo se oían quejidos, clic's , metal contra metal y así sucesivamente. Hasta que se escuchó un único y retumbante «Crack», tan fuerte que me zumbaron los oídos, voleé a ver a mis compañeros detrás de mí, y también presentían lo mismo que yo, lo que ese estruendo sonoro significaba para nosotros. El pánico crepitaba en sus caras como la lava ardiente de un volcán a punto de hacer erupción, sus rostros permanecieron lívidos como la nieve de invierno, y creo que simultáneamente todos giramos la cabeza, volviéndonos hacia Mouse, a lo que él contestó, en un único y autoritario grito:

SEMPITERNO: Un Nuevo Inicio [Completa] ©✔️Where stories live. Discover now