Capítulo 9.

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Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error.
—Edgar Allan Poe.

Marzo 23, 2018.
Anabette.

Era Allan, el mejor amigo de mi hermano Kaden.

—Hola, Allan —saludé.

—¿Qué tal todo? —insistió.

—Bien —respondí.

—Entiendo —asintió—¿Lorie cómo ha estado?

Y ya sabía yo por dónde venía el muy inútil. Lorie y él habían tenido una relación horrible, si es que a esa aberración se le podía llamar de esa manera. Y yo, como buena resentida y sobreprotectora con mis amigas, odiaba a este tipo con cada molécula de mi ser.

—Como Lorie esté, o deje de estar no es ni será jamás de tu incumbencia, Allan. Poco te importó cuando estabas con ella, ahora métete tus supuestas «preocupaciones» por el orificio que evacua tu excremento —ladré.

—¡Mierda, Anabette! —exclamó asombrado, y horrorizado—. No es para tanto, solo estaba pregun...—lo interrumpí.

—Pues, podrás ir a preguntarle al mismísimo satanás en persona si no te quitas de mi vista —ofrecí.

—¿A quién quieres matar, maniática? —indagó Will, apareciéndose detrás de mí con una sonrisa, que se esfumó instantáneamente al ver a Allan—. Ah... ya veo.

—No te metas, William. Nada de esto es de tu incumbencia —intervino Allan.

—Cualquier cosa que afecte a Anabette, es y siempre será mi problema —refutó Will.

—Estamos hablando de Lorie —rebatió Allan.

Y justamente Lorie venía apareciendo detrás de nosotros, con su mejor cara de póker.

—¿Qué quieres ahora, Allan?

Cada vez que Lorie mandaba a la mierda a Allan me sentía como una mamá orgullosa. Sentía que en mi cabeza había una pequeña Anabette haciendo porras y diciendo:

¡Patéalo, patéalo!

—Lorie, necesito hablar contigo, es... es imposible que me hayas olvidado, yo estoy... me siento horrible —soltó su verborrea.

Will tensó la mandíbula, y vi que Lorie sonreía. Sonreía como ha de sonreír la reina de un cuento macabro al ver decapitar a un traidor. Viene algo bueno, de eso no tengo dudas.

—Entiendo que sea difícil olvidarme, soy la mejor. Pero no puedo ni tengo que hacer nada por ti. Por favor, déjanos en paz.

Él intentó acercarse, pero rápidamente Will se interpuso en su camino.

—Lorie ha dicho lo que tenía que decir —zanjó, obstruyendo su paso.

—¿Y tú quién te crees que eres? —refutó Allan, indignado.

Will se disponía a responder, pero Lorie lo interrumpió.

—Es mi novio, Allan —aclaró serena.

Por un lado, yo quedé atónita, loca, anonadada, perpleja, y todos los sinónimos posibles para sorprendida.

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