Y mientras una primera mujer de ojos verdes rememora a la persona que amó, de la misma forma que aman los pingüinos; una segunda se arrepiente de haber abandonado a su familia cuando más esencial era para ella. La tercera sigue igual que siempre, de pie, como una estatua, frente al ventanal de su celda.
La primera, de más edad que las otras, trata de recomponer los añicos de su corazón para poder continuar su vida sin tantos remordimientos.
La segunda despide a su marido con un beso y una felona sonrisa que porta, día y noche, como si llevara una máscara tatuada a su rostro. Desde hace varias semanas, le acomete la duda de afrontar lo que sucedió y regresar al hogar en el que creció; sin embargo, sigue sin estar preparada y, tal vez, cuando lo esté, sea demasiado tarde.
La tercera, que ha modificado su posición, siente como el agua de la ducha punza su cuerpo como si fuera púas precipitando desde el cielo. Trata, por todos los medios posibles, de escurrirse cuando pasa frente al espejo. La última vez que se atrevió a observar las cicatrices que llevaba repartidas por su piel, sintió como inhalaba un olor putrefacto que la hizo vomitar.
El hombre de ojos verdes da un paso en dirección contraria, robándole la oportunidad al vacío de poder engullirlo y convertirse en alimento para los fantasmas. Se ha retirado porque sabe que, a pesar de haber olvidado el significado de amar, aún puede exhumar esa emoción que, antaño, le hizo feliz.
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Los 3 suicidios de Marcos Ruiz
Mystery / Thriller¿Si pudieras dar un paso atrás cambiarías algo de tu vida? ¿Si hubieras hecho algo malo, tan malo, que pudiera repercutir en que una persona quisiera quitarse la vida, podrías dormir por la noche? «-Marcos, deja de jugar -dijo la voz de Sarita».