Érika

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Entré a casa, sabiendo que había perdido a la mujer de mi vida. Mejor dicho, que me habían hecho perderla.

Nada más entrar, pude ver la soga volver a empezar a reírse de mí.

Sentía el cosquilleo a su paso por mi cuello, y mi vello se erizaba, pero, aun así, aun a pesar de sentirme el hombre más triste del mundo me dije que no, me dije que no por una gran razón: Érika.

Pero claro, me dije eso en ese momento, porque aún no sabía lo que había pasado con Érika.

Y lo que había pasado con Érika, eso me dolía mucho más que todas las otras cosas, porque Érika había dejado una carta sobre su cama, y la carta que había dejado había hecho que mis ojos tristes empezaran a ser ojos de coco:

Querido Marcos:

Siento mucho despedirme de esta manera, pero no sabía hacerlo de otra.

Anoche volvió mi novio, sé que no te caía muy bien, pero parecía arrepentido, y yo en el fondo, aunque me hiciera la dura, lo quería un montón.

Tenía pinta de haber madurado, y me ofreció la posibilidad de marcharnos a vivir a otro lugar, otro lugar en el que tiene la posibilidad de trabajar.

Y yo realmente no estaba siendo feliz en esa casa, porque llegaba ese amigo tuyo, que me daba tanto miedo, y que cada vez que aparecía empezaban a pasar cosas extrañas, y yo ya no sabía qué hacer ni qué pensar para poder actuar bien.

Cuida de la niña.

Te quiere mucho, tu hermana.

Los 3 suicidios de Marcos RuizWhere stories live. Discover now