Desbloqueándome

1 0 0
                                    

Una de las cosas que a veces recordaba de ese año, era esa noche. Esa noche en la que había quedado con Abigail para cenar. Pero como siempre hacía cuando se le iba un poco la cabeza, me llevó a su apartamento de Cartagena.

Era invierno, y el paseo marítimo estaba desolado, solo caminábamos nosotros por ahí, cubiertos por dos abrigos tan gruesos que nos costaba hasta darnos la mano.

Hacía más de un año que nos conocíamos, y había una cosa que ella no terminaba de entender. No terminaba de entender que yo siempre pusiera excusas al hecho de tener sexo. Ella no lo entendía, porque ella no sabía que yo tenía VIH, no lo sabía porque aún no se lo había contado. Porque cada vez que ensayaba la forma de decírselo, me imaginaba la voz de Fran diciéndome eso de que no puedo confiar en nadie, y que Abigail es una puta.

Y entonces me frustraba, porque yo sabía que ella no era nada de eso, que ella lo comprendería y me apoyaría, que ella no era como otras que se marchan y no vuelven, pero aun así, me daba tanto miedo, que cada vez que iba a intentar decírselo me bloqueaba.

El problema de esa noche fue precisamente el contrario, que me desbloqueé. Y me desbloqueé, porque cuando volvimos al apartamento, mientras ella se daba una ducha, yo aprovechaba para fumar un cigarrillo. Porque ahora yo también había empezado a fumar. Y mientras lo hacía, vi una cosa que lo cambió todo.

Los 3 suicidios de Marcos RuizOù les histoires vivent. Découvrez maintenant