Casa

1 0 0
                                    

Lo siguiente que recuerdo fue en casa: abrí los ojos, me desperté en mi habitación, el silencio era el protagonista. A mi lado se encontraba el coco de ojos oscuros, y nadie más.

—Has estado durmiendo durante mucho tiempo —me dijo pausadamente.

Me levanté sigiloso.

La casa olía a oscuridad, olía al hedor de la muerte, olía a todo eso que aparecía cuando Fran llegaba.

—¿Mataste a Abigail? —le pregunté con los ojos llenos de ira.

Él no dijo nada.

Me levanté furioso. Lo agarré del cuello, y lo golpeé contra la pared.

—¿Has matado a Abigail? —le volví a preguntar.

Y el cabrón fingió una risita.

Lo golpeé tan fuerte como pude, y lo dejé caer al suelo. Empecé a gritar, empecé a gritar por haberlo conocido, empecé a gritar por no haber parado a tiempo esta locura, empecé a gritar porque de nuevo me sentía más solo que nunca, y cuando la soledad llegaba a mí, solo traía desdicha, empecé a gritar porque de nuevo se me pasó por la cabeza la idea de meter mi cabeza en una soga. Y cuando pensé en eso, volví a ver la soga que hace años se iba paseando por los cuellos de todos los que amaba, lo que pasa es que esta vez venía a por mí.

Los 3 suicidios de Marcos RuizWhere stories live. Discover now