La curiosidad mató al gato que tenía cuatro brazos y cuatro piernas

3 1 0
                                    

Necesitaba pedirle perdón. Quizá era por eso por lo que seguía vigilándome. Me acerqué discretamente. Y en cuanto se dio cuenta salió corriendo como si fuera una ráfaga de viento. Yo la perseguí. Necesitaba hablar con ella. No podía encontrar la calma si no lo hacía. Empezó a esconderse entre las tumbas, y yo con ella. Salió del cementerio y se introdujo en el parque del día anterior. Y de nuevo, yo con ella. Seguimos recorriendo los árboles que cada vez se veían más peligrosos. Atravesamos el parque y llegamos a un pequeño solar lleno de tierra y nada más.

«Nuestro solar». Volvió a interrumpirme su voz. Era insoportable saber que Sarita vivía en mis pensamientos.

Al fondo un muro cerraba el paso, no había salida. Sarita se había quedado encerrada en su propio camino. «¿Podría un fantasma volar o atravesar los muros?», me pregunté a mí mismo. Me estaba volviendo loco, esa era la respuesta que no quería escuchar. Me acerqué a ella. Con un poco de miedo.

—¿Sarita? —le pregunté con duda.

Ella se giró con lentitud. Estaba asustada. Muy asustada.

—Soy Gina —dijo con la voz muy bajita.

No era Sarita. Se parecían un montón. Nunca había visto a esa persona ¿Por qué me perseguía? ¿Qué quería de mí? Ahora no entendía nada, y tenía tantas preguntas que me sentía de lo más agobiado.

—¿Gina? ¿Quién eres? ¿Por qué has estado persiguiéndome? —le pregunté con exigencia.

Ella dio un paso al frente. Se apartó varias lágrimas tímidas de sus ojos.

—Sarita me habló de ti. Me pidió que te vigilara, y que cuando llegara el momento te contara la verdad. Te hablara de su historia. De su vida desde que falleció su madre. —Ella se acercó aún más y fijó sus ojos en los míos. Y de nuevo me sentí como una mierda recién pisada.

—¿Y por qué piensas que quiero conocer su historia? ¿De qué sirve eso ahora? —pregunté de nuevo.

Ella se sentó en el terreno arenoso y me invitó a acompañarla.

—Tienes que conocer su historia, porque tú formabas parte de ella. —Reconozco que sentí mucho miedo cuando dijo eso... «¿Yo formaba parte de ella?»—. Mañana a la misma hora en este lugar—. Y en esa última frase se esfumó dejando mi mente llena de dudas y miedos. Y es que, chicos, esta historia había comenzado mucho antes de que yo lo supiera. Mucho antes del día en el que creí que comenzó todo. Y como os dije, si hubiera ignorado esta visita, quizá, y solo quizá, todo habría salido de otra forma, de una forma mucho mejor.

Los 3 suicidios de Marcos RuizWhere stories live. Discover now