Y otra vez Ana

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Después de que culminara el entierro, mi amiga Ana se acercó a mí. Estaba convencido de que me iba a volver a recordar lo de su boda, y su perfecta vida.

—Te añoro, amigo —dijo dándome un abrazo.

Yo, tras unos segundos de meditación, correspondí el achuchón. Era como si quisiera y a la vez no quisiera. Tenía recuerdos muy buenos junto a ella, pero también tenía recuerdos que me habían decepcionado. Aunque lo cierto era que si quería empezar de nuevo, y conseguir avanzar hacia la felicidad con la que tanto soñaba, debía empezar a perdonar y a eliminar la toxicidad de mi mundo.

—Iré a tu boda. Quiero ver cómo te quedará ese vestido blanco de princesa, amiga —le dije mostrando una sonrisa forzada.

Ella me miró con los ojos compungidos, no podía controlar las lágrimas.

—Ya no habrá boda. Él y yo hemos acabado —me contestó tan triste como si el final del mundo fuera mañana.

Yo la abracé más fuerte, y en ese momento hubo un poco de verdad en ese afecto.

—¿Qué os ha pasado? —susurré cerca de su oído.

Me apartó, y volvió a mirarme. Y no necesité saber nada más para conocer el motivo. Tenía nombre propio y había fallecido hace años: Álex.

—Sigo enamorada de Álex —respondió mientras se apartaba las lágrimas—. Siento mucho esta reacción, estamos aquí por tu madre, y yo robándote el protagonismo... No tenía ningún derecho a decir nada.

Fran me miraba desde lo lejos, el único y verdadero culpable de tal atrocidad.

Podía entender que ella se sintiera así. Era el mismo cementerio donde enterraron al chico del que estaba enamorada. Bueno... era el mismo cementerio que llevaba llamándonos desde el suicidio de Sarita.

—No te preocupes, Ana, todos tenemos derecho a llorar y a enfrentarnos a la verdad, aunque llevemos años huyendo de ella.

Ella suspiró. Y entonces puso esa cara de venganza que todos ponemos cuando nos arrebatan lo que más amamos.

—Ojalá algún día encuentren al hijo de puta que hizo esa atrocidad. Ojalá le arranquen la cabeza y la cuelguen sobre lo alto del pueblo. Ojalá sufra tanto que no le quede sangre dentro del cuerpo. —Y mientras maldecía a Fran, este nos miraba, nos desnudaba. Era un peligro, y yo no sabía cómo ponerle freno.

—La vida nunca podrá devolvernos a las personas que amamos. No podrá devolvernos a Álex. No podrá devolverme a mi madre, y no podrá devolverme a Sarita.

Y cuando pronuncié su nombre, ella agachó su mirada.

—¿Qué pasa con Sarita? —le pregunté intrigado.

—Hay cosas que deberías saber sobre ella... Cosas que Álex te iba a contar antes de morir. —Mis ojos se abrieron desmesuradamente y la cogí del brazo.

—¿Me estás diciendo que tenías que decirme algo sobre Sarita y has esperado ocho años?

Ella se agitó y me soltó el brazo lanzándome una mirada de desaprobación.

—Te recuerdo que eras tú el que no querías recibir nuestras visitas. Eras tú el que no contestaba nuestras llamadas. Álex intentó contártelo en un montón de ocasiones.

Fran seguía mirando desde lo lejos. Una voz dentro de mí me decía que le reventara la cara y le sacara los ojos. Era como un pitido irritante y constante que no perecía.

—Tenía el corazón roto. ¿Qué podía hacer? Erais mis amigos, deberíais haber encontrado el modo de llegar a mí. Pero claro... Tenías que continuar tu vida... Tenías que conseguir todos tus objetivos, para qué te ibas a parar a perder el tiempo por mí...

Y casi me pega un bofetón. Me lo merecía. Estaba siendo de lo más arrogante. Se mordió el labio y se contuvo.

—¿No recuerdas nada de lo que pasó esa noche? Cuando te acostaste con ella.

Siempre había sabido que esa noche trágica tenía algo más. Lo sabía porque cada vez que intentaba recordar, me daban esos bloqueos extraños que ponían en juego mi vida. Lo último que recordé fue junto a mi hermana, en el hospital, cuando tuve la sensación de que alguien estaba violando a Sarita en un sótano.

—No recuerdo nada de lo que pasó esa noche. Pero... creo que Álex violó a Sarita —le dije con las lágrimas a punto de emerger.

—¡No fue Álex! —me dijo cortante.

¿Cómo podía saber ella lo que ocurrió esa noche, y habérselo callado tanto tiempo? Conocer la verdad podía haberme salvado de perderme entre los rincones más oscuros de mi mente, en los agujeros negros que no conseguía descifrar.

—Mañana, a las cinco de la tarde, iremos a la finca de Álex. Sus padres hace años que no pisan Madrid. Y yo aún conservo una copia de su llave. Creo que los dos tenemos cosas que superar en esa casa. Allí te contaré todo lo que Álex me dijo sobre esa noche.

No sabía si podría esperar a mañana, pero pensé que ir a casa de Álex podría ayudarme a recordar por mí mismo todo lo que ocurrió. Así que me pareció una buena idea; aunque en el fondo, sabía que regresar al lugar donde creí que comenzó todo era como caminar directamente hacia un camión en medio de la carretera.

Después esperé a que todo el mundo se marchara, incluso mi hermana, y allí, con la luna asomándose me desplomé en la tumba de mi madre.

—Tenía VIH, mamá. —Y me sentí como si tuviera veintidós años y estuviera contándole lo que me ocurrió. Me imaginé que no había pasado nada malo, y que mi padre seguía también en casa. Podía escuchar el susurro de su voz animarme, y su mano acariciarme—. Ahora que estás en el cielo, porque tú no podrías ir a otro lugar, espero que me des fuerza para seguir adelante, para ayudar a Érika, para enfrentarme a la verdad.

Y una estrella fugaz recorrió el cielo. Quizá fue ella guiñándome un ojo. Eso es algo que nunca llegué a descubrir.

Los 3 suicidios de Marcos Ruizजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें