El chico de los ojos verdes y el coco de los ojos oscuros

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Y mientras todo eso pasó hace muchos años, en otro lugar, un chico de ojos verdes estaba sentado en el sofá mirando a una tele sin imagen, escuchando una música sin sonido, y recordando una historia que le ponía los pelos de punta. No porque fuera una historia de miedo, que también, sino porque era una historia real.

El chico, u hombre, no tenía muy claro quién estaba en su cuerpo ahora, recordaba las tardes en el cine con su mamá, comiendo palomitas del cubo grande, ese que es imposible de terminar. Comiendo palomitas del cubo grande y tirando palomitas al suelo, porque si algo era el chico de los ojos verdes, y eso lo sigue siendo, es ser patoso. El chico de los ojos verdes amaba a su mamá, porque su mamá siempre lo mimaba más que nadie. Porque su mamá era la que dormía con él cuando tenía pesadillas. Porque su mamá era la que lo defendía en el colegio de los que le querían pegar, de gente como Álex. Porque su mamá, a pesar de estar hasta el mismísimo de ver películas de dibujos, de ir al parque todos los días, de despertarse a las siete, porque era la hora a la que se abrían los ojos verdes, seguía haciéndolo todos los días, con su mejor sonrisa y su dulce voz. Porque era su niño, y lo quería un montón.

Lo que el niño de ojos verdes no sabía, era que un día el coco de ojos oscuros iba a llegar a casa para robarle a su mamá. Y cuando el coco, que el niño de ojos verdes pensaba que solo existía en las pesadillas, llegó a la vida real, los ojos verdes del niño empezaron a brillar como una esmeralda porque el niño se pasaba los días llorando.

El coco llegaba borracho, y golpeaba a su mamá.

El coco llegaba borracho, y violaba a su mamá.

El coco llegaba borracho, y entraba a la habitación del niño de ojos verdes, y entonces la mamá entraba corriendo también. Y eso era peor para la mamá. Porque la mamá gastaba demasiado dinero en maquillaje, y ya empezaba a ser muy descarado, y cuanto más dinero en maquillaje gastaba la mamá, menos dinero para satisfacer al coco había dentro de la casa. Y al final, todo parecía un ciclo vicioso que se agigantaba cada día un poco más. Y claro, el niño de los ojos verdes empezó a ser el niño de los ojos tristes. Y eso, no le gustaba mucho. 

Los 3 suicidios de Marcos RuizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora