El hospital

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Las paredes blancas se me hacían monótonas, y el sonido de las camillas empezaba a agobiarme de una forma casi destructiva. Había visto pasar a la misma enfermera, con diferentes pacientes, infinitas veces. Yo seguía solo, esperando a que me dieran alguna noticia, invadido entre pensamientos decepcionantes sobre el horrible hermano que era, o mejor dicho, sobre el horrible hermano en el que me había convertido.

Lo cierto era que, a su manera, mi vida era caótica, pero eso es lo que sucede cuando te empeñas en vivir huyendo.

Había dejado todas mis heridas abiertas, y poco a poco aparecían nuevas, incluso solapándose sobre las antiguas. Tenía el alma infectada. Si hubiera enfrentado mis problemas, podría haber tenido una vida ejemplar. Pero había preferido esconderme en casa y dejar pasar los años, con el sollozo de mi madre en la habitación de arriba, y con los gritos de mi hermana tras las resacas de los fines de semana. Bueno... Y ahora encima, Fran. Y su hija, y la aparición de Ana... Todo volvía a moverse en mi mente sin llegar a nada. ¿Cuándo aprendería a gestionar mis emociones? Me sentía como si hubiera una piedra en mitad de mi camino y me chocara contra ella de manera sucesiva... Como si no supiera aprender de mis errores.

Bueno, os preguntaréis que por qué estoy en un hospital. Os lo diré directamente, sin tapujos. ¿Os acordáis de mi pequeña e inocente hermana? Pues había sufrido una sobredosis de cocaína y casi pierde la vida. Solo de pensar en ese polvillo de mierda me entraban náuseas. Me transportaba a ese día, ese día en el que creí que comenzó todo...

Érika tenía dieciocho años, un novio que era mejor no mirarlo mucho tiempo, y una adicción a las drogas que la hacía vivir en otro mundo. No era muy diferente a mí. Ella y yo no vivíamos en la realidad. Cuando me llamaron del hospital pensaba que se iba a morir. Todo me salía mal. ¿Qué podía esperar? Había aprendido a ponerme en lo peor. Y en ese momento, he de reconocer que se me pasó por la cabeza la efímera idea de volver a intentar acabar con mi vida: mi madre enferma, y mi hermana muerta. ¿Qué me quedaba? Nada. Pensé en la marca del cuello de Fran, y me pareció atractiva, tan cautivadora como cuando hace ocho años vi la marca de sus muñecas. En ese momento, me di cuenta de que estaba más loco de lo que me imaginaba. Había perdido el control de mí mismo, y sabía que en cualquier momento, podría hacer una locura.

—Su hermana ha despertado. Puede pasar a verla —me dijo la enfermera que había estado dando vueltas por todo el hospital.

Menudos gemelos tenía. Y no era para menos, transportar a las señoras mayores de cien kilos en una camilla que parecía desbordarse en todas las direcciones no debía de ser una tarea fácil.

Pasé a la habitación, y me desplomé en sus brazos. No pude evitar recordar cuando éramos niños, y nos tratábamos como si fuéramos los hermanos perfectos.

—Deja de llorar, estúpido —balbuceó con la simpatía de los últimos años.

Yo tragué saliva. La miré. Toqué su cara. Ignoré su comentario.

—Tienes que empezar a cuidarte. Debes salir de ese mundo de mierda —le dije convencido.

Ella emitió una carcajada grotesca.

—Eres un hipócrita. ¿Crees que tú puedes dar lecciones de vida? Rompiste nuestra familia, condenaste a padre, condenaste a madre, y me condenaste a mí. Soy lo que soy, por tu culpa.

Y cada palabra me arañaba como el filo de unas tijeras en el centro de mi alma. Me hacía cortes en todas las direcciones, y manchaba de sangre mis lágrimas. Tenía razón, yo tenía la culpa de todo lo que había pasado. Yo había dejado que la soga, la misma soga que ahorcó a Sarita, se paseara por las noches por los rincones más silenciosos de mi casa.

—Ojalá hubiera muerto en la bañera.

—Idiota —dijo vocalizando lentamente el sonido de cada letra—. Tenía diez años cuando te encontré medio muerto en la bañera, hundido en tu sangre. ¿Crees que he podido borrar esa imagen en algún momento? Ahí comenzó todo, en tu estúpida decisión de retirarte de la batalla que teníamos en casa.

Supongo que nadie se recupera fácilmente de algo así. Encontrar a tu hermano medio muerto en la bañera de tu casa cuando ibas a hacer pis, y más teniendo diez años. Sintió que la había abandonado... En cierto modo, la abandoné, la dejé sola frente a los demonios que venían hacia su vida. Y todo este tiempo la he dejado sola, y los demonios han crecido a su alrededor, igual que dejé que crecieran junto a mí.

Cuando tienes problemas, a veces, se te olvida ver la luz, se te olvida valorar lo que sigue ahí, y lo que te queda por conseguir. Yo solo veía lo que había perdido, y lo que podía perder. El enfoque contrario, totalmente equivocado. Si hubiera visto, solo por un momento, el amor que tenía mi hermana hacía mí, quizá hubiera encontrado la fuerza necesaria para levantar a mi familia del bache que nos estaba destrozando como si fuera un huracán devastador.

—Cuando tocabas la puerta de mi habitación, aunque te gritaba, en el fondo me gustaba sentir y saber que estabas ahí. Soy consciente de los errores que he cometido. Estaba sufriendo, Érika. —Y de nuevo las lágrimas asomaron como si fueran una tormenta de lluvia.

Ella me miró. Intentó retener su tormenta, pero no pudo. Y fue peor que una lluvia de verano, era una tormenta tropical. Sollozaba. Ella necesitaba liberar las lágrimas que no había llorado, necesitaba comportarse, aunque fuera por un momento, como una niña de dieciocho años.

—Me quedaba horas sentada en el suelo. Mirando el trozo de pared donde la pintura es diferente al resto de la fachada, confiando en que me abrirías la puerta. Escuchaba, desde arriba, los gritos de nuestros padres. Y yo solo quería aprender a ser como tú: aislarme en mi mundo, y obviar los problemas que no me dejaban dormir.

Tenía razón, pero no bastaba con dársela, no bastaba con decirle que lo sentía. ¿Sabéis por qué? Porque su vida, los últimos ocho años, nadie los iba a poder reparar. Nadie. Ese trauma la acompañaría para siempre. La acompañaría en sus días grises y en sus días soleados. La acompañaría en las noches solitarias y en las acompañadas. La acompañaría bajo la luz de la luna, y bajo los rayos del sol. La acompañaría en sus risas desbordantes y en sus lágrimas bajo las sábanas. Simplemente, eso formaba parte de ella. Para siempre.

—Arreglemos esto. Vamos a cambiar, los dos. Tú me ayudarás a mí, y yo te ayudaré a ti, y juntos daremos una vuelta a esta historia. ¿Lo merecemos, no?

Ella me miró, aún con las lágrimas escurriendo, y asintió con la cabeza. Eso me hizo ilusión. Era la primera vez, en años, que teníamos un momento de los de antes.

—Tendrás que... que dejar a ese novio que tienes. Tú sabes que él es el problema de todo.

Tuve miedo de decir eso. Es difícil abrir los ojos a alguien respecto al amor. Pero mi hermana, Érika, ya los tenía abiertos.

—No te preocupes por él, nunca volverá. Me dejó anoche.

Eso sí que fue una grata sorpresa. Cómo se atrevía a dejar ese esperpento de la naturaleza a la mujer más preciosa del mundo.

—¿Qué pasó?

Ella se quedó dubitativa y lanzó una discreta mirada a su barriga mientras se la acariciaba con la mano.

—Qué hijo de la gran puta —dije en alto. No pude evitarlo.

Había preñado a mi hermana, y la había abandonado. ¿Cómo podía seguir existiendo gente que hiciera ese tipo de cosas? Algunos hombres se piensan que una mujer solo es un juguete al que follarse, y que las consecuencias no existen, y cuando existen, se piran. Pobrecita.

—¿Vas a tener al bebé? —le pregunté pensando que iba a abortar.

Ella afirmó con ilusión.

Y cuando vi la ilusión en sus ojos me pregunté: «¿Quién era yo para arrebatársela?». Si la ilusión mueve el mundo, la ilusión está compuesta por fuerza y esperanza. Ella necesitaba eso ahora, necesitaba encontrar otros caminos, necesitaba sonreírle a la vida, y que la vida le devolviera la risa.

—Lo cuidaremos juntos. Aún estamos a tiempo de ser una buena familia. Una familia sin secretos. —Se lo iba a contar. Después de todo el tiempo que había pasado, merecía saberlo. Tenía que comprender lo que me sucedió —. ¿Quieres saber por qué cambié tanto en los últimos años? 

Los 3 suicidios de Marcos RuizTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang