El olor a muerte

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Abrí los ojos, y pude ver cómo las sondas penetraban en mis fosas nasales. Pude oír el pitido molesto de la máquina que me recordaba que seguía vivo.

Mi hermana entró velozmente, y me abrazó. Tenía la mirada extraña. Y digo eso, porque en ese momento se me había olvidado todo lo que había pasado antes. Se me había olvidado que Ana había muerto, se me había olvidado que Fran había matado a Ana, se me había olvidado que la hijita de Fran se llamaba Sarita, y se me había olvidado que había enterrado a una mujer con la cabeza hecha trizas cerca de un pantano.

Y claro, mi hermana me miraba con la misma mirada que cuando llegué a casa, con las ropas manchadas de sangre, esperando que le contestara la pregunta que había olvidado.

Lo que ella no sabía era que, de nuevo, mi cerebro había creado un bloqueo de ese recuerdo. Lo había creado porque era mejor no acordarse de una cosa así, porque olvidando eso era más fácil poder retomar el camino hacia la felicidad que le había prometido a Érika.

Y entonces, me volvió a contar todo lo que le había pasado a Ana. Y claro, yo, como no me acordaba de nada, me sorprendí. Aunque supe que se trataba de Fran... ¿Quién iba a colgar una cabeza sobre una ventana en el mismo sitio en que colgó la cabeza de Álex? Pero esta vez me daba igual, porque no había venido a contármelo, así que yo no era testigo de nada. Y aunque me dolía por Ana, me dolía mucho, llevaba casi ocho años sin haber tenido ninguna relación con ella. Salvo esa vez que fue a casa, o el otro día en el entierro de mi madre.

Lo importante era que no recordaba lo otro, y eso a priori parecía algo bueno, porque no había sido mi culpa, y olvidarlo me ayudaría a poder dormir sin remordimientos. Sin pensar en su manita rozando la mía mientras era violada a mi lado.

Y claro, cuando Érika vio que yo decía la verdad, entonces se despreocupó, y cambió un poco su mirada, pero no del todo.

Y justo ahí, me dijo que unos señores habían venido a hablar conmigo. Pero yo no quería hablar con nadie. ¿Para qué? Lo que pasa, es que uno no puede decidir si hablar o no con esas personas, porque esas personas mandan. Y tienes que obedecerlas.

Los 3 suicidios de Marcos RuizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora