El regreso de la locura (2)

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Maldito momento en el que conocí a Fran. Solo me traía problemas. Qué se suponía que tenía que hacer... Estaba parado frente a mí, con un cuchillo en la mano lleno de sangre, las ropas mugrientas, y una niña en el coche que chillaba y lloraba como si alguien le estuviera pegando.

Lo primero que hice fue invitarlos a pasar. No quería que mi vecina Abigail pudiera observar la situación. Bueno, ni ella, ni nadie. Entraron los dos dentro de casa. Fran se limpió las manos en el baño, y le presté ropa limpia. La niña había dejado de sollozar, pero no decía nada.

¿Cómo había encontrado mi dirección? No tenía perfil en Facebook, ni vida social. ¿Cómo me había localizado? Parece que en todos mis intentos de ser feliz, Fran llegaba para arrebatármelos.

—¿Qué has hecho, Fran? ¿Quién es esta niña? —le pregunté un tanto preocupado.

Él empezó a hablar, a contarme la historia de los últimos ocho años de su camino. ¿Por qué le dejé pasar? ¿Por qué le pregunté? Ahora volvía a hacerme cómplice de su vida, y de sus locuras.

Como os dije hace años, yo apenas sabía nada de su vida. Pero esa noche comencé a conocer un poco más: Fran había sido maltratado por su padre desde que era un niño. Y cuando digo maltratado no me refiero a insultos leves, o a castigos rutinarios. Me refiero a latigazos y a maltratos psicológicos. Su padre le había arruinado sus sueños, y martirizado durante todos los días de su vida. Sobre todo, después de intentarse suicidar por primera vez.

Su madre siempre estaba callada, sumisa y sometida a él. El varón del hogar. Bueno, siempre no, hubo una época en la que trataba a su hijito con mucho amor; pero claro, después de tantos maltratos, ella ya pasaba de todo, y lo único que quería era morir. Y no tardó mucho, Fran tenía doce años cuando su padre la mató.

Entendí que no se había intentado suicidar solamente por tener el VIH. Le pasó igual que a mí. Alguien se paró frente a nosotros, y nos condenó. Nos robó los abrazos que necesitábamos. Alguien se paró ahí, a un centímetro de nuestros ojos, y nos rompió las costuras del alma. Y nosotros nos desangramos, nos desangramos de amor y de afecto. Nos desangramos de sonrisas y de ilusiones. Nos desangramos de querer vivir. Por eso nos cortamos las venas, para desangrarnos de lo único que podía matarnos de verdad. Para dejar de perder las piezas que formaban nuestra identidad. Para morir intentando mantener algo de lo que éramos.

Fue después de intentar suicidarse por primera vez. Su padre lo había estado hostigando desde entonces. Le había molestado que quisiera acabar con su vida. En su cabeza excéntrica no podía empatizar con ese niño de sueños rotos. Por eso Fran parecía un maníaco, porque su padre lo había convertido en eso. Y el resto del mundo no había hecho nada para cambiarlo.

A los pocos años conoció a una chica, se enamoró profundamente de ella. Y ella de él. Tuvieron una bonita aventura juntos. Él no le contó lo de su enfermedad. Tenía miedo a perderla. Al cabo de unos años en pareja, ella quedó embarazada, dando a luz a la niña que lloraba en el coche. Menudo huracán había sido la vida que había llevado Fran.

Cuando ella descubrió que él era seropositivo se vio envuelta en una situación de pánico que se le descontroló, que se le fue de las manos, y se marchó. Abandonó a Fran y a su hija, dejándolos solos. O al menos eso es lo que Fran me contó.

Tras varios años sufriendo los abusos de su padre, tras el abandono de la que iba a convertirse en su mujer, volvió a hacerlo. Esta vez de la misma manera que lo hizo Sarita. Colgó una cuerda del techo de su habitación. Introdujo su cabeza en el agujero de la soga, y saltó tirando la silla al suelo. Fueron largos segundos. Su respiración se acababa. Podía verse en otro mundo empezando de nuevo. La idea le agradaba. En ese mundo veía todas las cosas que había perdido, las cosas que añoraba. En ese mundo veía la vida que de verdad quería. Veía a la chica de la que se enamoró en su adolescencia. Veía a los amigos que se disiparon en su camino. Veía todo eso y más... Veía a Esmeralda...

Los 3 suicidios de Marcos RuizOù les histoires vivent. Découvrez maintenant