La chica misteriosa

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Miré el reloj, y recordé que tenía una cosa que hacer antes de que culminara el día. Había quedado con Gina, la chica misteriosa, en el mismo lugar del día anterior. Iba cansado emocionalmente. Y no tenía muchas ganas de rodeos. Así que lo iba a hacer. Iba a preguntarle que quién era y qué sabía acerca de mi vida.

Llegué al solar de tierra, y me senté en la arena, manchando mis pantalones, y sintiendo una pequeña ráfaga de aire tímido chocar contra mis ojos, y llevarse las lágrimas que asomaban.

—Has venido... —dijo su voz aguda. La voz de la chica misteriosa.

—Es hora de que me cuentes la verdad. Quiero saber quién eres... Y por qué Sarita te pidió que me persiguieras.

Ella se sentó junto a mí. Con la cara pálida, y los ojos verdes llenos de brillo. Se quitó la capucha y sintió el viento chocar tanto como lo sentía yo. Pasó la yema de sus dedos por las bolsas de mis ojos, y me apartó suavemente las pocas lágrimas que me quedaban.

—Tienes que vaciar los recuerdos amargos. Tienes que sanar tu alma. Puedo sentir cómo los demonios brotan dentro de ti... Se alimentan de tus emociones como si fueran buitres... Has hecho cosas malas, pero no eres un mal chico. —Y otro análisis. ¿Por qué todo el mundo me veía por dentro? Pero qué razón tenía. Sentía como si los demonios me mordieran a bocaditos pequeños cada parte de mi corazón.

—Necesito tener la conciencia tranquila. Necesito poder superar esto, y seguir adelante...

—Sarita también lo necesitaba —me interrumpió de manera cortante—. Pero tú, yo, y otras personas más nos aparecimos en su vida, la señalamos con el dedo, la llenamos de esperanzas, y finalmente la matamos. Nosotros matamos a Sarita.

¿Nosotros? ¿Qué tenía que ver ella en todo esto? ¿Por qué iba a ser culpable de la muerte de la que había sido el amor de mi adolescencia?

—Tú no tienes la culpa. Solo su padre... Y yo... Mis últimas palabras la destrozaron. No tenía que haberle dicho las cosas que le dije. Si pudiera dar un paso atrás...

—No podemos hacer eso —volvió a interrumpir de forma cortante—. Tú, yo... c ometimos errores. Yo sé los tuyos, pero tú no sabes los míos. Yo también tengo demonios que me comen cada trozo del corazón. Los siento, y no soy capaz de echarlos. Por eso te persigo... Creo que tú y yo podemos ayudarnos a matarlos.

¿Quién era ella para Sarita? ¿Por qué ella había contribuido en su muerte? Tenía muchas preguntas, más que cuando llegué. ¡Qué misteriosa era esa chica de cara pálida!

—¿Quién eres? —le pregunté. Directamente.

Ella se levantó del suelo. Miró su reloj. Supuse que se iba a marchar... pero no me había contado nada.

—Fui su novia. —Y se marchó, hasta el día siguiente, «supuestamente».

¿Su novia? ¿Sarita era lesbiana? ¿Cuántas cosas no sabía de ella? No sabía nada... ¿Cómo iba a tener novia la chica más potente de clase? Todos los tíos babeaban por ella. Muchas chicas decían que era una «calientapollas». Y ahí supe que los prejuicios eran la peor mierda del mundo.

Los 3 suicidios de Marcos RuizHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin