Eddie estaba lejos de ser lo que Augustine White buscaba, se conocen de toda una vida y ella muere por él en secreto. Eddie se transforma en el demonio favorito de Augustine, y ella está dispuesta a arder en su infierno.
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— Adiós chicos, el domingo nos vemos— James debía viajar por temas de trabajo. El hombre estaba saliendo de la casa. Eddie, Evan y Augustine estaban en la puerta despidiendo al señor White.
— Que tenga buen viaje señor White— Eddie agitaba sus manos en señal de despedida.
— Gracias Eddie— el hombre respondió con amabilidad—Augustine...te ruego que cuides la casa— Miró a Evan, pues le tenía nada de fe a su hijo, la chica era mayor por cinco minutos.
—Adiós papá, claro que cuidaré de la casa y de todos— Miró a Eddie y Evan de reojo, sabía que ellos dos juntos eran mala dupla. El hombre pareció conformarse con eso, porque les sonrió a todos y se pegó la media vuelta, se subió al carro y emprendió camino a la carretera. Augustine odiaba los viajes de papá, recordaba el accidente de su madre y no quería volver a pasar por lo mismo.
Eddie y Evan entraron primero a la casa, lo primero que hicieron fue poner W.A.S.P a todo volumen, la chica puso sus ojos en blanco ¿Tendría que soportar eso todos los días? Eddie básicamente vivía con ellos, su padre le decía el cuarto White. La chica subió hasta el segundo piso, hizo las camas, se metió al cuarto de su hermano y sacó la ropa sucia, ¿Era posible que un humano pudiera vivir como él?
A veces pensaba que era mejor haberse quedado en la universidad, allá en Bloomington, pero necesitaba estar en casa. Esos tres días sin James, serían un verdadero reality de supervivencia, aunque de cierta forma estar con su hermano, por irritante que sea, le hacía sentir segura, a pesar de que se peleaban más que el común de los hermanos, Evan podría dar la vida por Augustine y ella haría lo mismo. La chica bajó a la primera planta, los chicos leían un artículo sobre Dungeon & Dragons ¿En serio ya estaban cerca de los veintiuno? Porque ella se sentía incluso como la madre de ambos cuando estaban en situaciones así. Eddie le pegaba miradas a lo lejos, sin que Evan se diera cuenta, pues ninguno de los dos tenía conocimiento sobre la opinión el chico respecto a esa especie de química que entre los dos había, aunque ninguno de los dos confesaría algo.
Se supone que ellos dos debían llevarse relativamente mal, así era el juego.
Augustine les preparó comida, habían estado jugando en un cuarto especial de Evan, sólo para él y Eddie, Augustine sólo había entrado un par de veces y a recoger basura que acumulaban. Les preparó waffles con tocino y huevo, no tenía ánimos de hacer un almuerzo más elaborado, así que los llamó a comer cuando ya todo estuviera listo. Los tres pasaron a la mesa de la cocina, la chica sólo los escuchaba hablar, y se sentía tan excluida, pero al menos tenía la confianza suficiente como para reclamarles por eso.
— ¿Pueden callarse un momento? Hablan todo el día de esa mierda, digo...ya tienen veinte—soltó la chica molesta— Eddie miró el vaso con jugo de naranja mientras la chica los encaraba en pleno almuerzo.
— Bueno, lo lamento— soltó Evan. Al menos asumía su error.
—Bueno, no puedo pedir mucho de ustedes, pero ¿Podrían intentar no ser tan estúpidos?— La chica volvió a atacarlos. Eddie sólo la miraba con una risita, él jamás le refutaría algo, y es que le gustaba cuando ella solía manejar la situación.
