Eddie estaba lejos de ser lo que Augustine White buscaba, se conocen de toda una vida y ella muere por él en secreto. Eddie se transforma en el demonio favorito de Augustine, y ella está dispuesta a arder en su infierno.
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Eddie y Augustine bajaron en la mañana a tomar desayuno, al menos todos habían abandonado la casa de los White, pero las condiciones en las que estaba eran deplorables. El cabello largo y color miel de Evan caía a su plato de leche con cereales, Steve había vomitado toda la mañana y todos podían escuchar sus esfuerzos por seguir haciéndolo, Eddie estaba con un dolor de cabeza del diablo, y la chica apenas había podido dormir.
Eddie se sentó en la mesa frente a ella, Augustine apenas lo miraba , estaba más que nerviosa, y nadie más atinaba a hablar.
— ¿Durmieron juntos?— preguntó Evan mirándolos, no estaba molesto ni nada por el estilo, pero le causaba curiosidad esa relación extraña entre su mejor amigo y su hermana. Evan tenía el pensamiento de que prefería que un tipo de confianza folle con su hermana, a que un tipo desconocido intente meterse en la familia.
— Sí, ya sabes amigo...Habían muchos desconocidos— soltó Eddie.
— Y pocas camas— agregó la chica. Tomó una tostada y le echó mermelada. Steve apareció a los segundos, con sus ojos llorosos de tanto vomitar.
— Mierda, hacía tiempo no bebía tanto— se sentó al lado de Evan y tomó un vaso con agua— Siento que estaré en cama durante los siguientes tres días— soltó el chico.
— Mi cabeza está que se parte en dos— Eddie agregó— Y lo peor es que esto es un basural—se quejó. Augustine evitaba mirarlo mientras hablaban, no podía dejar de pensar en los besos de la noche, y tenía miedo de que haya sido algo sólo producto de la fiesta, quería volver a repetirlo, pero por otro lado, no iba a entregarse así de fácil, ella era mucho más que un par de besos. Sabía y tenía completamente claro que Eddie sí tenía andanzas con otras chicas del pueblo, ella no le reclamaría por eso, Eddie no le había hecho una declaración de amor y ella lo sabía perfectamente.
Siguieron comiendo en silencio, estaban todos con sus energías a medias.
— Augustine es la doctora, tiene una caja de medicamentos en su cuarto, dile que te de algo—Soltó Evan y la chica se ruborizó. Miró a Eddie y él le sonreía.
— ¿Me llevas a tu cuarto?— preguntó el chico— Este dolor está que me mata—Eddie se quejó. La chica se paró de la mesa y caminó a su cuarto, Eddie la siguió y fue tras ella, en pasos sigilosos. Entraron al cuarto de la chica y él se sentó en la cama, Augustine abrió un estante y de ahí sacó una caja plástica con piedritas brillantes que había pegado a los nueve años probablemente.
— ¿Eres alérgico a algún AINE?— preguntó la chica y Eddie no tenía idea lo que era un AINE.
— No, no lo soy— respondió tranquilo, ella siguió buscando y él se paró detrás de ella. Augustine podía sentir la presencia de Eddie detrás de ella, y estaba tan nerviosa de voltearse y encontrarse frente a frente con él.