Eddie estaba lejos de ser lo que Augustine White buscaba, se conocen de toda una vida y ella muere por él en secreto. Eddie se transforma en el demonio favorito de Augustine, y ella está dispuesta a arder en su infierno.
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Las vacaciones de verano llegaron, viajaban de vuelta a Hawkins. Augustine entró por la puerta de su casa, James la estaba esperando, fue un abrazo eterno pero necesario.
Augustine White decidió volver a Hawkins no por amor a su pueblo, siempre lo halló aburrido, eso decía al principio— Tiene gente de sobra—pensaba ella. Sólo le interesaba una persona, nadie más. Había sido un año duro, iba en tercer año de Medicina ahora, seguía organizada e inteligente como sólo ella podía serlo, cada día superaba un poco más la partida de su hermano y de su madre, vivía su duelo. Su padre James era el más feliz por el retorno de su hija, siempre era un agrado tenerla en casa, siempre la extrañaba y sabía que sería bueno estar un tiempo los dos juntos como familia, estaba orgulloso de ella, había sacado un buen año universitario.
— Evan estaría muy orgulloso de ti— el hombre suspiró— Tendría 22 años ahora, y estaría llamándote desde su cuarto para que subieras a saludarlo y llenarlo de besos.
— De seguro lo estaría— la chica sonrió— Y mamá igual—James la abrazó con fuerza.
— ¿Por cuántas semanas estarás acá? — el padre le preguntó.
— Cuatro probablemente— la chica tomó una botella con agua— Hay trabajo que hacer.
— Me tiene feliz la noticia, sabes. En un principio fue extraño, pero, creo que las cosas no podrían haber sido de otra forma, y créeme que no guardo rencores después de todo eso que pasó.
Augustine fue hasta su habitación y durmió por un par de horas.
Su padre la despertó con gritos a través de la escalera, Evan lo haría, a él le recordaban esas cosas. Eran las 8 de la noche, se puso zapatillas y se abrigó, después de las siestas largas despertaba con frío. Bajó las escaleras, y abrió la puerta, esta vez no fue con enfado, como esa vez cuando llegó a Hawkins por un año, ahora fue distinto, fue con amor, se dibujó una sonrisa en su rostro, era Eddie Munson, el mejor amigo de su hermano, estaba en el pueblo hacía más de una semana, terminó antes sus clases y cerró sus materias con éxito, ella tuvo que quedarse unos días más. Y sí, era el único hombre por el cual había experimentado un sentimiento romántico, y ahora, ya no debía fingir aquello, ya no mostraba su careta de chica malhumorada, cuando lo vio por esa puerta se dio cuenta de que de que nada había cambiado entre ellos, y que sí estaban realmente destinados a ser, Eddie era mucho más que ese chico por el cual se moría, habían pasado por tanto, por momentos realmente complicados, en los que no sabían si aquel amor iba a perdurar con los años, pero ahí estaban, de pie.
A Augustine ya no le importaba lo que sus amigas de la universidad le decían por fijarse en un chico como él, Eddie era su novio, y no estaba detrás de esos deportistas, chicos más grandes y populares. Ella lo amaba a él, con esos aires metaleros, un adicto a la música y un tanto malhumorado.
— Hola mi amor— Cuando la chica abrió la puerta supo qué decir, ya no era simplemente Eddie, ese Eddie que parecía tan lejano. Eddie amaba cuando la palabra amor salía de su boca.
