Eddie estaba lejos de ser lo que Augustine White buscaba, se conocen de toda una vida y ella muere por él en secreto. Eddie se transforma en el demonio favorito de Augustine, y ella está dispuesta a arder en su infierno.
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— ¿Están ansiosos por mañana?— James le preguntó a sus dos hijos.
— ¿Tengo que estar en caja o puedo dar reseñas de lo que es realmente buena música?— preguntó el chico y Augustine puso sus ojos en blanco.
— No seas baboso Evan, cualquier tipo de música es respetable—La chica miró a su hermano— No será bien visto si criticas la música del resto, por más mierda que sea— James miraba a sus dos hijos.
— No quiero que empiecen a pelear en plena atención al cliente, chicos— James conocía a sus hijos como la palma de su mano, y sólo rezaba para que no se montaran un drama en el primer día— ¿Eddie viene hoy?— el hombre cambió abruptamente de tema. Augustine se sonrojó, sólo por el hecho de pensar en él, Evan no prestó mayor atención y sólo echó un trozo de carne a su boca.
— Pues quizá— respondió sin más— Es más probable que yo vaya a verlo—Evan miró a su padre.
— No vuelvas tarde y no bebas, mañana debes estar bien— el hombre miró a su hijo, no era nuevo que Evan a veces excediera los límites con el alcohol, y su padre lo sabía, a veces temía con que en algún momento de su vida la fiesta le ganara y nunca más pudiera surgir.
— Vale— Evan seguía comiendo, su hermana lo miró. Ella quería que Eddie fuera a casa ese día, quería verlo, y es que nunca en su vida se habían encontrado por algo íntimamente de ellos, siempre estaba Evan de por medio, y quizá Eddie nunca había caído en cuenta de eso, pero Augustine siempre lo pensaba. Cuando terminaron de almorzar Evan levantó los platos y Augustine lavó la loza, así se turnaban, quien cocinaba no hacía nada. Evan nunca le tocaba parte de la cocina, pero sí estaba dispuesto a los quehaceres domésticos.
Dejaron todo listo, James salió a ver unas cosas por el pueblo y los mellizos quedaron solos en casa. Evan estaba en su cuarto, y Augustine entró donde su hermano, el chico la miró divertido, le sorprendía la visita de su hermana, se sentó en su cama y ella se acostó.
— ¿Vas donde Eddie?—Preguntó la chica.
— Pues sí—Evan se quitó la playera y se puso otra, una de Dio. Augustine le lanzó un Dorito que estaba en la mesa de noche de su hermano.
— Estás flacuchento—La chica la burló.
— Claro que si yo te digo que estás gorda, jodes donde papá— Evan le lanzó un cojín con una sonrisa, aquellas conversaciones eran típicas para los dos, burlarse de sus características físicas era pan de cada día.
— ¿Y a qué vas donde Eddie?— la chica volvió a preguntar y su hermano arqueó una ceja.
— ¿Aló? ¿Eres detective o policía?— Evan se arregló el cabello en el espejo— Cosas de amigos.
— Vale, pensé que podrías llevarme, pero por lo visto son cosas de amigos—Ella se paró de la cama y su hermano le habló.
— Después viene Eddie, si es eso lo que te preocupa...— Evan soltó y ella se volteó.
